Annette (2021), la última película de Leos Carax, se acaba de estrenar en España tras triunfar en el festival de Cannes. Protagonizada por Adam Driver y Marion Cotillard y con guión y música del grupo Sparks, el musical tiene una historia, una personalidad y un tono muy especiales. Estas son algunas de las razones por las que la película merece la pena.
El principio
Anette empieza con un número alegre, digno de un musical convencional, pareciendo casi una feel-good movie. El director, el grupo de música, los protagonistas… nos preparan para lo que vamos a ver. Pero nos dicen, literalmente: «el público espera que esto vaya en la dirección que se le supone». Esa primera actuación, que se supone que nos tiene que preparar para el tono del resto de la película, no tiene nada que ver con lo que vamos a ver después. La letra de la canción ya nos avisa: la historia no va a ir en la dirección que pensamos. Annette no va a ser una película amable, una historia de amor de la que saldremos con el corazón encogido.
Está claro que ese musical hubiera funcionado: el primer tema, So may we start, tiene el doble de reproducciones en Spotify que el resto de canciones de la película. Pero no era lo que Leos Carax tenía preparado.
Lo que vemos
Fotograma de Annette
Como generalmente ocurre con los musicales, cuando vamos a ver Anette aceptamos una serie de bases. Sabemos que no va a ser realista, bajamos al máximo nuestro umbral de incredulidad y mantenemos la mente abierta como hicimos con Los miserables (Tom Hooper, 2012) o La La Land (Damien Chazelle, 2016)
En esta película los personajes dicen (cantan) directamente lo que sienten. No hay matices en lo que dicen, son directos: «Nos amamos mucho», se repiten una y otra vez Henry y Ann. Nos lo están contando a nosotros.
Lo que dicen, el texto, no deja lugar a dudas. Cuando alguien ama a alguien, se dice. Cuando alguien quiere matar a alguien, también se dice. Leos Carax se reserva las dudas para las imágenes.
En Annette, imagen y texto se complementan porque mientras escuchamos una cosa, vemos otra. Vemos a los personajes, desde el principio, tristes. No lo vemos en sus rostros, pero lo vemos en su aura, en su casa —siempre oscura—, en una pasión que podemos sentir que viven con dolor. Puede que Leos Carax haga esto para que estemos alerta, que no nos confiemos pensando que vamos a ver una historia de amor convencional. A través de esas imágenes sabemos que va a pasar algo. La luz, la escenografía, el color y la composición nos avisan de que algo no está bien. Sabemos que es un amor oscuro por lo que vemos, no por lo que oímos.
Lo que no vemos
Fotograma de Annette
Todo eso es lo que Anette es. Pero en esta película hay algo incluso más fascinante: todo lo que no es.
La película parece un tira y afloja entre el director y el espectador, como si Carax quisiera llevarnos al límite de lo que podemos aceptar (y es ahí donde puede perder a parte del público).
Annette es una película que está constantemente prometiendo e incumpliendo la promesa. Y la verdadera habilidad de Leos Carax es la de conseguir que eso no importe, porque las nuevas promesas son mejores. Podría haber sido una película sobre lo que pasa en una relación cuando uno alcanza el éxito y el otro fracasa. También una película sobre una mujer que descubre que el amor de su vida ha maltratado a otras mujeres. Películas que me hubiera encantado ver, pero que, de nuevo, no eran la película que Leo Carax quería hacer.
Pero al final, Annete es una de esas películas que aceptan tantas lecturas como espectadores vayan a verla. Cada uno podemos quedarnos con lo que queramos de Annette: la fragilidad del amor, la asfixiante industria del espectáculo, la vida como una constante performance, la explotación infantil, la masculinidad tóxica, la fama, la envidia. Pero también con todo lo que nos aporta su forma: la ópera rock, los números musicales, la comedia, cada uno de los planos de la película, que se podrían enmarcar y funcionarían como algo independiente.
Y si aceptamos este juego que nos propone Leos Carax, podemos disfrutarla, pensarla y repensarla mil veces.
El final
Fotograma de Annette
El final de Annette puede ser capaz de reconciliar a quien había perdido la fe en la película. Más allá de lo hipnótica que resulta la actriz que hace de Annette, podemos encontrarnos de nuevo intentando entender lo que significa la escena. Nos vuelven a surgir más preguntas que respuestas. ¿Por qué ahora Annette es real? ¿Qué es ese abismo? ¿Puede Annette perdonar lo que le han hecho? «¿Qué es el perdón?»
Y, entonces, el texto duda, ya no es tan claro como cuando los protagonistas nos decían que se amaban. Annette duda si perdonar a sus padres: «¿Perdonaros a los dos o no? ¿Perdonaros u olvidaros?». Ahora Annette es real, de carne y hueso, ya no es una marioneta: es libre. En ese momento Henry ya la ha perdido, y ella ahora tiene forma humana. Porque a veces no nos damos cuenta de que algo es real hasta que lo perdemos. Y ahora Annette se marcha juntando, por fin, el texto y la imagen, mientras Henry se despide de ella y de nosotros.
Annette es una película y es muchas. Cada uno decidimos con cuál nos quedamos. «Adiós, Annette».