División Palermo (Santiago Korovsky, 2023) llegó a Netflix a principios de año. Situada en el barrio de Palermo, en Buenos Aires, la serie se centra en una guardia urbana compuesta únicamente por personas discapacitadas o marginadas.
Allí conocemos a Félix, un chico un tanto desgraciado que no sabe muy bien qué hacer con su vida (y que resulta que es judío), a una mujer en silla de ruedas, un hombre con enanismo, una mujer trans, un chico boliviano, un hombre ciego y a un formador sin brazo derecho. De primeras, nadie da un duro por ellos. Pero cuando la historia se entrecruza con una trama de drogas y asesinatos, nuestros guardias urbanos tendrán que esforzarse más de lo que esperaban.
División Palermo es un soplo de aire fresco aun tratando una temática que, en otras manos menos experimentadas, podría haber sido un desastre. Aquí hablamos de las claves que hacen que la serie sea tan exitosa y de cómo nos enseña a reírnos de todo. ¡Sin spoilers!
Los límites del humor
Fotograma de División Palermo
La pregunta que más veces vas a hacerte viendo esta serie es: ¿está bien que me ría de esto? ¿Y de eso otro? Y la respuesta la dejan clara los protagonistas: mientras no te rías de, puedes reírte con lo que quieras. Vivimos rodeados de una retórica que nos obliga todo el rato a ser políticamente correctos, y la serie nos incita a todo lo contrario. Quiere que nos riamos de todo. Nos dice que es mejor reírnos con ellos, que sentir pena, infantilizarlos o, incluso, desexualizarlos. Y en ese camino, consigue humanizarlos como se merecen.
Korovsky, su creador y guionista (que también le da vida a Félix), se preocupó mucho por contar historias que fuesen graciosas, sí, pero que también tuvieran mucha verdad. Nuestros protagonistas son los underdogs, esos personajes por los que nadie apuesta ni un duro, pero que acaban siendo los héroes al final de la peli. Es con esto donde entrevemos ese cuidado y cariño hacia la historia que se quería contar, y sobre todo, el ensalzamiento a estas personas que rara vez suelen tener momentos de gloria.
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Una Argentina hostil
Fotograma de División Palermo
Según cuenta Korovsky, ya por 2004 se creó en Buenos Aires una guardia urbana como la de la serie, pero terminó por disolverse en 2008. Es de aquí de donde surge la idea de contar esta historia.
El telón de fondo no es casualidad: la comisaría de Palermo decide originar esta guardia urbana formada con personas discapacitadas para generar una falsa sensación de integración en la comunidad. Pero la realidad es que no los toman en serio, y que lo que realmente buscan es quedar bien, demostrando en diferentes momentos de la serie que esos policías no discapacitados o marginados no son tan buenos como parecían. Sí, parece imposible, pero dentro de esta comedia de personas discapacitadas y marginadas también hay hueco para hacer una crítica audaz y directa a la corrupción policial argentina. Esta parte de la policía nos presenta una Argentina un tanto hostil, que supone un contraste con la de nuestros protagonistas que, aunque vivan desgracias, son los puntos de luz que nos hacen creer en la humanidad.
Subvirtiendo expectativas
Fotograma de División Palermo
Cuando en el primer episodio se revela una trama más oscura de asesinatos y drogas, nos quedamos un poco en shock mirando fijamente a la pantalla, procesando los títulos de crédito. ¿Pero esta no era mi serie absurda de comedia? Al final resulta que no pasa nada, porque en cierto modo, lo sigue siendo.
Como no podría ser de otra forma, División Palermo consigue que hasta una trama de drogas sea entrañable y que simpaticemos con un asesino en serie. Y os preguntaréis, ¿cómo? Pues como hacen con todo, humanizándolos. Dándoles dos o tres frases clave, de repente entendemos a estos personajes y por qué hacen lo que hacen. Con ellos, son capaces de subvertir las expectativas que solemos tener acerca de este tipo de tramas, y es de agradecer.
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Porque, en definitiva, esto es lo que hace la serie: nos muestra un concepto conocido (personas con discapacidades o marginadas, y personajes que deberían ser muy malos), y nos dice que no tiene por qué ser así. Y que, además, es más gracioso cuando no es así, cuando nos dejamos llevar por lo que nos están contando, y aprendemos a poder reírnos de todo.
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