Ya sabemos que las expectativas son peligrosas. Alcarràs, la segunda película de Carla Simón tras el éxito de Verano 1993 (2017), venía cargadita: ganó el Oso de Oro en la Berlinale y ha sido un éxito de crítica y de taquilla; ha sido el mejor estreno nacional en lo que va de año. Y a pesar de todo esto, Simón (junto con su coguionista Arnau Vilaró) sale victoriosa: lo que ha conseguido hacer en Alcarràs no está al alcance de muchos, aunque ella lo haga parecer fácil.
Carla Simón solo lleva dos largometrajes y ya podemos ver que tiene un estilo y un universo muy particulares. Así que hablemos de Alcarràs: por qué nos ha gustado y qué comparte con Verano 1993.
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Los veranos
Su primera película tuvo directamente el nombre de un verano. Ahí Simón nos contó de alguna manera su propia historia: la de una niña que se muda con sus tíos tras perder a sus padres. En Alcarràs, la directora nos presenta a una familia, los Solé, unos payeses de un pueblo de Lleida que van a perder la tierra que llevan toda la vida cosechando porque descubren que técnicamente no les pertenece.
Si en Verano 1993 una niña pasaba ociosamente las horas de aburrimiento veraniego, Alcarràs es trabajo: un verano de cosecha en el campo. Sin embargo, esa sensación de verano, de calor, silencio, sudor y horas muertas, se transmite también en esta película. La estación tiene que ver con el tono de la película: su pausa, su observación, su naturalismo están teñidos de los colores del verano.
El verano es también la unidad de tiempo, un tiempo concreto y a la vez simbólico que nos sirve como arco de transformación de los personajes. En cuántas películas, libros, canciones hemos visto veranos de cambio. Cuántas veces lo hemos visto en la vida real, esa referencia a “aquel verano”.
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La infancia
Fotograma de Alcarràs
Así como en Verano 1993 veíamos todo a través de los ojos infantiles de Frida, Alcarràs es una película completamente coral. Uno de los atractivos principales del filme es ver cómo las diferentes generaciones de una familia se enfrentan a un momento de cambio potencialmente irreversible. Y una de las visiones más interesantes es la de los niños: cómo al principio parecen relativamente ajenos a lo que sucede a su alrededor, pero enseguida vemos a través de sus juegos que se enteran, y les afecta, mucho más de lo que parece.
Como ocurría en Verano 1993, los juegos son un reflejo de lo que les pasa por dentro, que a su vez responde a lo que está ocurriendo fuera. En Alcarràs son ellos, los niños, los que abren la película en una escena premonitoria: juegan en un coche abandonado hasta que llegan “ellos” en forma de máquinas (en este caso una grúa) a llevárselo. ¡Pero si siempre ha estado ahí! Los niños no pueden comprender que alguien pueda quitarles lo que llevan toda la vida conociendo y disfrutando. Lo mismo les pasará cinco minutos más tarde a los adultos, que se dan cuenta de que técnicamente no son dueños de las tierras que trabajan: el abuelo de la familia nunca llegó a firmar un contrato con el vecino, que le cedió sus tierras para agradecerle la ayuda que prestaron a su familia durante la Guerra Civil.
Esa historia la conocen todas las generaciones de la familia («Me la has contado mil veces, abuelo»). Y no solo es la memoria histórica: hay muchos temas que se tratan a través de la mirada de los más pequeños. Vemos el mundo del campo, las protestas de los agricultores frente a los grandes supermercados, la inmigración, las rencillas familiares…
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La familia
Fotograma de Alcarràs
Porque esa es otra presencia importante en las películas de Simón: la familia. Las familias son el artefacto para convertir lo íntimo en político. Son microcosmos en los que se dan a pequeña escala todo tipo de problemas sociales y personales.
Alcarràs saca todo el provecho a su coralidad: empatiza profundamente con cada personaje, que tiene sus propios dilemas, contradicciones y razones, desde el abuelo que a su edad ve desaparecer el mundo que conoce y que querría dejar para su familia, hasta el padre que carga sobre sus hombros toda esa herencia y el cuñado que decide “venderse” para buscar un futuro para su familia, pasando por el hijo que ayuda a su padre en el campo y se desfoga en las fiestas del pueblo.
Los Solé son una familia unida a la que a veces separan sus discrepancias, pero cada Solé quiere lo mejor para el resto. Cuesta creer que esas comidas familiares estén constituidas por actores (¡sin experiencia previa!) que no son familia en la vida real.
Los silencios
Fotograma de Alcarràs
Hay muchas claves en las cosas que no se dicen, en cómo se manejan los silencios dentro de una familia. Los silencios enseguida se convierten en secretos si se mantienen el suficiente tiempo, y es ahí donde pueden hacer daño al resto.
Están las cosas que no se dicen por vergüenza, por pensar que los demás no lo van a entender, y también las cosas que no se dicen para proteger al otro y evitarle más daño. Pero la verdad siempre termina saliendo a la luz, y Quimet terminará enterándose de qué está haciendo su cuñado, por ejemplo. O el abuelo, que en cierta manera es la Frida de esta historia, al que le ahorran cosas para que no sufra pero que se termina enterando igual, aunque su nieta le cierre la puerta, porque tiene un ojo abierto a la hora de la siesta.
Esas puertas entreabiertas son también un clásico de estas dos películas: las discusiones importantes no están en primer plano, sino siempre veladas, siempre a medio escuchar por alguien.
Los finales
La última escena de Verano 1993 es probablemente uno de los mejores finales del cine reciente. Catártico, sencillo y simplemente redondo. El de Alcarràs también es perfecto a su manera. Hemos visto a una familia resistir en un mundo en ruinas, viviendo en una realidad que ya casi no existe. Hemos visto a los Solé y nos hemos puesto de su lado: la tierra debería ser para quien la trabaja. Pero esa última escena nos confronta con la vida: las cosas no siempre son justas.
Por eso es palpable el silencio en la sala de cine con ese último plano. Como espectadores, hemos disfrutado de la película pero nos quedamos con un sabor agridulce. ¿Hay esperanza? No estamos seguros.
¿Dónde puedes ver estas películas?
Alcarràs está en cines. Verano 1993 está disponible en RTVE Play.