Crítica de ‘El Cuerpo en Llamas’ | El morbo, esa delgada línea roja
¿Por qué nos gustan los true crimes y las series basadas en crímenes reales? ¿Por qué las hacemos? Puede que porque nos ayuden a entender nuestro complejo y enigmático sistema judicial (Muerte en León, 2016). O, tal vez, por denunciar alguna injusticia social, como la tóxica influencia de los medios de comunicación en el proceso judicial (El caso Alcàsser, 2019). O, en el mejor de los casos, para ayudar a dar respuesta a las incógnitas que ni los abogados ni el cuerpo policial hubieran podido llegar a encontrar —Secuestro parental (Misterios sin resolver, 1×09)—. Hay tantos motivos como series y películas, pero la respuesta debe ser siempre contundente. Porque si no, no será otra que zambullirnos en el morbo y disfrutar viendo la desgracia ajena.
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Por eso el true crime —o una ficción basada en crímenes reales— es un género tan complicado, porque muchas veces, como espectador o como creador, solo somos capaces de reconocer la delgada línea del morbo cuando ya la hemos dejado atrás. Y en el caso de El cuerpo en llamas (Laura Sarmiento), la serie que acaba de estrenar Netflix inspirada en el mediático crimen del Pantano de Foix, es aún más controvertido. La sentencia final es de hace tan solo tres años y la sentenciada, a día de hoy, mantiene su declaración de inocencia, habiendo llegado incluso a intentar que no se estrenase la serie.
Así que volviendo a la pregunta, ¿Qué quieren contar con esta historia? ¿Qué subyace tras el crimen del pantano de Foix más allá de una oportunidad perfecta para Netflix de poner a su serie esas etiquetas de «Sexo» y «Violencia» que tanto le gustan?
«No hace falta entender un crimen para demostrarlo»
La respuesta es complicada, pero lo que está claro es cómo la guionista Laura Sarmiento quiso acercarse al caso y, en especial, a la verdadera Rosa Peral. Con distancia. Sobre lo que el juicio no consigue encontrar respuesta, la serie no inventa. Y la mayor incógnita del caso era su protagonista Rosa Peral, un personaje con tantas caras como relaciones y amistades. En una entrevista para El Periódico, Úrsula Corberó comenta:
Recuerdo que entré muy en paranoia porque en más de la mitad de las escenas el personaje miente. Entonces decía: «¿Miento yo como actriz como que ella está mintiendo o directamente me lo creo como actriz e interpreto como si estuviera diciendo la verdad, y así es menos lioso?». Entonces decidí interpretar como si lo que dice ella fuera lo que le pasó al personaje de verdad. Me parecía la manera más lógica de hacer las escenas y de no volverme majara de la cabeza.
Fotograma de Úrsula Corberó en El cuerpo en llamas | Netflix
Esta respuesta es la clave de aquello a lo que la serie aspira, no intentar entender todo lo que le ocurre al personaje, porque nadie más que la propia Rosa Peral puede hacerlo. «No hace falta entender un crimen para demostrarlo», como dice la detective en uno de sus diálogos.
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Y es que aquello que subyace por debajo de esta historia, eso que le da sentido a contarla, no es como decíamos antes entender el sistema judicial. De hecho, teniendo en cuenta el material del que parte y las declaraciones de los acusados, el drama judicial se me queda más bien pobre. Tampoco denunciar una injusticia social: el juicio parcial y machista, o la imagen de femme fatale que lo medios crearon alrededor de Rosa, son polémicas que la serie, por desgracia, aborda tan solo de pasada. Ni siquiera reflejar el ambiente tóxicamente masculino y opresor que puede llegar a ser Cuerpo Nacional de Policía, y que los actores plasman con increíble naturalidad pero que no es el eje principal de la serie. Lo que El cuerpo en llamas busca es plantear la pregunta: «¿por qué llegarías tú a cometer un crimen?».
«Normal, una chica normal»
Cuando la actriz Úrsula Corberó pidió al director Jorge Torregrossa que definiera al personaje de Rosa Peral él la definió como “normal”. Evidentemente, muy normal no es que —según la sentencia final— una persona mate junto a su amante a su marido para culpar del crimen a su ex. Pero lo que sí es normal son sus celos, el amor, la traición, el deseo imposible de querer acapararlo todo y tener todas las vidas… Pasiones humanas que entendemos y sufrimos, y que en el caso de Rosa habrían llegado demasiado lejos.
Quim Gutiérrez y Úrsula Corberó en El cuerpo en llamas | Netflix
Sin embargo, nunca llegamos a comprender la verdadera motivación del crimen, o al menos no del todo. Ese podría ser el acierto de El cuerpo en llamas, porque de alguna manera no dar respuesta a todo significa que nos toca a nosotros como espectadores hacerlo. Y cada uno, en función de esas pasiones y defectos que compartimos con Rosa, encontraremos nuestra propia respuesta. Una respuesta que será, ni más ni menos, la razón por la que nosotros mismos cometeríamos un asesinato.
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