Juan Luis de No, director de ‘Un hombre sin miedo’: «Los obreros levantaron el Madrid que hoy conocemos»
«Ya sabes lo que decía el maestro Fellini», señala el director Juan Luis de No: «Los cineastas no tienen nada que demostrar, su labor es mostrar». Con más de treinta años en el oficio, el realizador recupera la memoria del sacerdote José María de Llanos, jesuita que abrazó el comunismo al descubrir la realidad de los barrios periféricos del Madrid de la posguerra. La visionaria implicación del Padre Llanos en El Pozo del Tío Raimundo cambiaría la realidad de sus habitantes, volcados en un movimiento colectivo que transformaría también el espíritu de la ciudad, como refleja el documental.
«El Padre Llanos posee todo lo que tiene que tener un personaje para protagonizar una gran historia».
«La cooperación es lo que nos ha hecho avanzar como especie, no el individualismo atroz e inhumano».
¿El proyecto partió del retrato biográfico de José María de Llanos o de su aportación a la acción vecinal desde el extrarradio madrileño?
La película, en un inicio, trataba sobre la cooperación y la lucha de los barrios de Madrid. Me he criado en Orcasitas, San Fermín, Entrevías… Era lo que me interesaba investigar, pero de repente empezó a aparecer Llanos por todas partes, sobre todo vinculado al Pozo y a Vallecas. Me di cuenta de que a partir de su historia contaba con mucha más potencia la historia de la lucha de las asociaciones de vecinos, que luego se extendieron por toda la ciudad. Él fue la bisagra de una historia épica brutal, de carne y hueso, escrita entre todos.
¿Te atrapó su leyenda?
El Padre Llanos posee todo lo que tiene que tener un personaje para protagonizar una gran historia. Era un personaje tridimensional, poliédrico, que se transforma a lo largo del relato, con un arco dramático bestial. He profundizado en un personaje que ha sido un referente para la gente de los barrios, pero que también conocía. Por generación, me pilló en la adolescencia. Era la época de la Transición, una etapa muy política, yo estaba bastante involucrado con estos temas.
Icónica es su imagen, puño en alto, en el campo del Rayo Vallecano cuando se legaliza el partido comunista en el 77. ¿Fue una verdadera transgresión para la época?
Se sabía que el padre se solía relacionar con gente de izquierdas. Muchas personas que le habían acompañado en su etapa más falangista ya conocían de qué pie cojeaba. Él no lo ocultó nunca, pero decide en ese momento hacer un acto de comunicación, dar un paso a la primera fila. Hoy en día resultaría también significativo. Aquello de cantar la Internacional al lado de Santiago Carrillo provocó una tormenta política en las élites del momento. Creo que él era consciente de lo que estaba haciendo. Siempre fue un provocador.
Fotograma de Un hombre sin miedo
El documental cuenta la que podría ser la otra gran anécdota de Llanos: Cuando deja plantado a Franco. Él, que había sido su confesor… ¿Quién se atrevía con el Caudillo?
¡Cualquiera no, eso seguro! En las proyecciones todo el mundo se ríe cuando aparece esta secuencia. Es una realidad que a él no le asustaba nada y tenía muy malas pulgas. Llanos vio fatal que el régimen montara una parafernalia, cuando había tantas necesidades en el Pozo. Él estaba comprometido al 100% con los vecinos. Fuese ya marxista o comunista, o llamémoslo como sea, se había puesto al lado del pueblo. Antes de que llegara Franco, se marchó. «De excursión», dijo. Uno de tantos actos osados que hizo en su vida.
Durante la II República los jesuitas fueron expulsados de España, Llanos incluido. Cuando más tarde desea estudiar en Alemania, lo envían a Portugal a modo de correctivo por sus actitudes progresistas. ¿Su actitud incomodaba a ambos bandos?
Desde muy joven tuvo una pulsión de rebeldía ante el mundo que le había tocado vivir. Era hijo de militar y creció en el barrio de Salamanca, por lo que adoptó el movimiento político de su clase social, pero ya de adulto se dio cuenta de que las estructuras del régimen no funcionaban. Él expresa, dentro de la propia Compañía de Jesús, que la Iglesia tiene que cambiar. Llegó a crear y liderar un grupo en el que debatían, leían a los autores del 27… Eso, dentro de la jerarquía eclesiástica y más en ese momento, estaba muy mal visto. La Iglesia funciona por dogmas y esa revisión le pasó factura.
¿La expansión de la cultura sustentó su otro gran ideal?
Ya cuando estudiaba filosofía en el seminario tenía claro que había que educar a la juventud y que el progreso estaba en el conocimiento. Durante la época franquista fundó constantemente iniciativas en ese sentido y se encontraba con la burocracia por un lado, el Opus por otro… Hasta que decide irse al Pozo. Si no podía sortear un obstáculo, buscaba otra manera. No llegó allí siendo comunista. Su idea era dar testimonio de la pobreza, pero siempre fue un hombre de acción. Empezó a trabajar para mejorar las condiciones de vida de la gente, que eran paupérrimas. Le costó obtener permiso de los jesuitas, pero nunca desobedeció, se lo concedieron por insistente.
Fotograma de Un hombre sin miedo
El documental destaca ese punto de inflexión. ¿Crees que experimentó una revelación?
Llanos era el capellán del Frente de Juventudes. En sus memorias cuenta cómo, de acampada al lado del Castillo de Belmonte, subió y se asomó a una de las almenas, desde donde vio toda la población. Se preguntó qué hacía como cristiano cuando allá abajo la gente se moría de hambre. Había unas desigualdades brutales y el régimen era excesivamente cruel con los vencidos. Incluso Franco hablaba de levantar una nueva España de los escombros de la guerra, un país solidario e igualitario, pero era mentira. Aquella noche algo cambió, pero no fue inmediato, sino dentro de un proceso.
Las imágenes de archivo muestran la pobreza, pero sobresale la optimista humanidad de las gentes del Pozo. Si el documental pudiese condensarse en una sola instantánea, ¿elegirías la dignidad frente a la miseria?
Sí, es una historia básicamente sobre la dignidad de la clase obrera. Muchos barrios alrededor de Madrid habían estado recibiendo inmigración del mundo rural, la mayoría perdedores de la guerra. Venían huyendo del hambre, pero también de la represión de sus pueblos. En un estado tan centralista como el franquista, aquí era donde se aglutinaba toda la actividad económica, el poder político y las oportunidades. Los obreros levantaron el Madrid que hoy conocemos.
En el documental destacas el papel de las mujeres. ¿Cómo de importante resultó su labor?
Fueron la clave. Los hombres se iban a trabajar y estaban todo el día fuera en jornadas de 12 o 14 horas incluso. Libraban medio domingo o un domingo entero, en el mejor de los casos. Con el tiempo, ellas también pudieron trabajar fuera de casa, muchas de asistentas en el servicio doméstico de los burgueses. Y tuvieron un papel esencial en la lucha de los barrios. Se subían a una camioneta y no había Dios que no les hiciera caso. Le decían al conductor “¡a Cibeles!” y allí se iban a manifestarse. Se tiraron pidiendo viviendas 40 años, hasta que se consiguió ya al final de los ochenta que se acabaran las chabolas.
Fotograma de Un hombre sin miedo
¿Revisaba sus propias ideas constantemente?
Sí, siempre estaba insatisfecho de las cosas a las que no llegaba. Nunca era suficiente, tanto cuando estaba más integrado en el régimen franquista como después. De hecho, en el final de su vida, en sus escritos o en lo que contaba a su gente de confianza, sentía que había fracasado. Era muy exigente consigo mismo. Cambiante en su humor, con un carácter especial, lo más interesante es que simbolizaba todas las contradicciones que tenemos los humanos.
Y la posibilidad de la duda, ¿no?
Hoy en día parece que no se puede. La política actual es la de los hooligans. Creo que este contexto lo podríamos rescatar mirando a épocas anteriores, sin defender que el pasado fue mejor, pero sabiendo que hay cosas que no se deben olvidar para mejorar. El primer peligro ahora es volver hacia aquello ya superado. Se nos ha contado la Transición de una manera simplificada y unívoca, como si lo hubieran hecho las élites desde los despachos, cuando fue en las calles. Cuando paraban las fábricas, se paraba la economía.
¿El impulso del individuo a favor de la colectividad?
Nos están vendiendo una moto, que es la competencia como gran paradigma, y la historia demuestra lo contrario. La cooperación es lo que nos ha hecho avanzar como especie, no el individualismo atroz e inhumano. Hay que descartar de una vez esta idea neoliberal que viene de los años ochenta.
Fotograma de Un hombre sin miedo
¿Te impresionó, al documentarte, que el padre Llanos perdiera a sus dos hermanos a manos del bando republicano durante la Guerra Civil y que él y su padre no delataran a uno de los culpables?
Yo no soy creyente, pero siento que ahí está la grandeza de los verdaderos cristianos. No los que se dan golpes de pecho, van a misa y practican luego lo contrario. Hay que reconocer que muchos católicos participaron activamente en la lucha por la democracia. En casa de Llanos eran de los convencidos de verdad, con valores. Que, por cierto, coinciden con los valores marxistas en muchas cosas.
¿Cómo te recibieron los vecinos del Pozo cuando apareciste cámara al hombro para contar sus orígenes?
Los barrios obreros de Madrid han sido muy maltratados por los medios de comunicación. Claro, cuando llegas allí, algunas personas de repente tienen cierta desconfianza, ya que normalmente se acercan buscando sombras de manera premeditada, el sensacionalismo barato. Tomamos el tiempo para traspasar la frontera. En el documental el tiempo es el factor fundamental. Tomar un café, volver varias veces, estar en su vida diaria… La gente humilde es la más generosa siempre. Me pasa ahora con otro proyecto sobre el mundo rural.
¿El espíritu del padre Llanos y del valor colectivo con el que afrontaron en 2004 el atentado del 11M siguen vivos a día de hoy?
¡Sí! Se han criado en esa solidaridad. Sobre todo, la gente mayor. Hay nostalgia por esa cosa perdida de “comunidad”. La Fundación José María de Llanos recogió el testigo y trabaja con intensidad en el ámbito educativo, con un instituto de formación profesional y una escuela de hostelería, que es una referencia nacional, además de contar con toda una infraestructura para las mujeres maltratadas. Hay una población nueva en los barrios obreros que necesitan de la solidaridad de antaño. Los nuevos marginados ahora son quienes vienen de otros países en busca de una vida mejor.