Julián López: «Los prejuicios se desmontan involucrándose con gente que piensa diferente»
En diez días en salas, Ocho apellidos marroquís ha acumulado más de 5 millones de euros de recaudación. Cifra que, si bien no es comparable con los números de sus predecesoras, viene a convertirla en el segundo mejor estreno del año para el cine español. El actor y humorista Julián López coprotagoniza junto a Michelle Jenner, Elena Irureta y María Ramos esta hilarante travesía dirigida por Álvaro Fernández Armero. De las costas cántabras a las de Marruecos, los tópicos y los choques culturales se apropian de la pantalla para, a través del enredo, la familia y el romance, transformar la carcajada en catalizador de empatía y otredad.
«Los protagonistas son solo personajes y no representan sino a un colectivo que piensa de manera prejuiciosa, por desgracia».
No es la primera vez que te enfundas en un personaje trasplantado a otras latitudes. Guillermo, en Ocho apellidos marroquís, necesitará ubicarse fuera de tiesto tanto como el Braulio de Perdiendo el norte y Perdiendo el Sur.
¡Así es! Ambas películas comparten con Ocho apellidos marroquís ese tipo de elementos de entrar en contacto con otros idiomas, culturas y costumbres. Se aprende mucho de los otros a los que visitas. Es muy sano. Te implicas y, sobre todo, te acostumbras a otra manera de pensar, te descubres a ti por dentro. Y desde ese momento, te permites abrir tus miras y saber que eso te enriquece como persona.
¿Has afrontado a Guillermo y a Braulio de manera similar?
Fíjate, Braulio, tanto en Alemania como en China, las pasa canutas porque no se le dan bien los idiomas, pero intenta lograr su espacio. Sin embargo, aquí el personaje de Guillermo no prevé que vaya a finalizar su viaje cómo lo acaba. Él vuela con Begoña, su exnovia, y Carmen, su exsuegra, pensando que va a un sitio tercermundista, lleno de peligros. Ninguno de los tres tiene la predisposición de cambiar, pero las circunstancias que les rodean les cambian irreversiblemente. Ese es un mensaje bonito.
¿Habías visitado Marruecos antes de la película?
Esta era mi segunda vez. Había viajado a Casablanca hacía varios años. En ambas ocasiones me llevé una grata sorpresa porque es una cultura que nos es bastante desconocida, a pesar de estar cerca de España y que muchos marroquís viven aquí. Quien más, quien menos ha percibido cómo la población marroquí vino y se adaptó a nuestras costumbres, comprometiéndose con nuestra sociedad. Yo eso lo viví en el pueblo de niño. Es un país que crees que conoces, pero acabas descubriendo.
Julián López en Ocho apellidos marroquís
¿Cómo os acogieron en Essaouira durante el rodaje?
Muy bien, estaban encantados y nos transmitieron una gran calidez. Nos ofrecían también comida riquísima. A mí, que me encanta comer… (ríe). No conocía la gastronomía prácticamente y descubrí platos increíbles. Es una ciudad muy especial. La gente se comunicaba muy piel con piel con besos, aplausos… En estos tiempos en los que la comunicación virtual impera, allí había una cosa muy de pandilla y de barrio.
A Guillermo se le romperán una a una las ideas preconcebidas con las que viaja al país vecino. ¿Arrastramos todos este tipo de lastres?
Por supuesto. Es algo sobre lo cual hemos reflexionado mucho haciendo la película. Los prejuicios se instalan en nosotros desde la infancia por todo lo que vemos a nuestro alrededor: las conversaciones que escuchamos a nuestros mayores, lo que observamos en el colegio… Despojarse de ciertos pensamientos no es fácil, pero está en nuestras manos desmontarlos.
¿Cómo podemos disiparlos?
Viajando, leyendo e involucrándose con gente que piensa de otra manera. Te voy a contar una pequeña anécdota que viví con el equipo técnico. En Marruecos había una parte técnica local. Antes de conocerlos, nos descubrimos preguntándonos si, en cierta manera, lo harían bien. Y de repente, dimos con unos profesionales maravillosos, que habían trabajado en grandes producciones de Hollywood, por ejemplo. Nos entró la risa nerviosa porque vimos que nos estábamos comportando un poco como los personajes cuando en todas partes hay gente muy válida.
Fotograma Ocho apellidos marroquís
«Quiero pensar que los límites ya los pone cada uno, pero que el humor en sí es algo imparable».
De los tópicos no se salva nadie. Los referidos a los españoles recalcan que hablamos muy alto y somos muy gestuales…
Me considero un tío que mueve mucho las manos, físico y vehemente hablando, aunque procuro que mi tono de voz sea relajado y suave. Critico, de hecho, a los que hablan fuerte. Pero cuando viajo fuera, no sé qué pasa, que se activa el botón del españolismo y se me sube el volumen (ríe). Una de las virtudes de la película es que el foco va cambiando. No solo se habla de cómo los españoles perciben a los marroquís, sino también al revés, siempre en tono cómico. Quiero creer que los protagonistas son solo personajes y no representan a la mayoría de los españoles, sino a un colectivo que piensa de manera prejuiciosa, por desgracia.
Antes de ser anunciada como Ocho apellidos marroquís la película se rodó con el título de Casi familia. ¿Qué suscitó este cambio?
En su germen, este guion era la posibilidad de una tercera parte de la saga, pero por distintas circunstancias se quedó en el cajón. Telecinco Cinema lo recuperó, le dio un lavado de cara y eso fue lo que nos llegó a nosotros. Durante los ensayos y en el set el guion siguió creciendo. Rodamos la película sin pensar en nada más, sin presiones. Telecinco vio que el espíritu de la saga subyacía en nuestra historia y se recuperó la idea del principio. Solo deseo que siga llegando al público, que la va a disfrutar más de lo que piensa.
¿Tendrá fin algún día la controversia sobre los límites del humor?
Es una cuestión muy difícil, tenemos que lidiar con ella. Pienso que los límites los pone cada uno, pero que el humor en sí mismo es algo imparable. Cada persona que lo ejerce, y me refiero también en la vida cotidiana, pone el límite a partir del contexto en el que lo verbaliza. Si el chiste es bueno puede funcionar, pero no debe hacerse de forma gratuita. El humor fue inventado por el ser humano porque necesitaba explicar el universo, solucionar problemas… El lunar que tenemos es que actualmente se descontextualiza todo demasiado.
Fotograma Ocho apellidos marroquís
Cuando presentaste Planetario, tu primer libro, mencionaste que tu pensamiento se rige por acordes musicales. Suena bien.
¡Total! Ha sido mi formación académica y de vida, lo que intenté plasmar en la novela con la autoficción del niño que crece a través de la música. Tuve un momento de crisis personal cuando empecé a hacer cine. Vi que trabajaba con gente que llevaba mucho tiempo y se había preparado y me sentía un poco intruso, pero comprendí que la música me podía ofrecer el camino. En especial con la comedia, que lleva algo implícito muy musical: El ritmo, el fraseo, los silencios… A día de hoy no hay personaje que no prepare con las canciones que me llevan a esos otros sitios. Es un método personal.
El año que viene estrenarás Matusalén, filme en el que te pones a prueba con el rap. ¿Reto superado?
¡Me lo pasé muy bien! Se trata de una feel-good movie completa, muy alocada. La película es un canto de amor a la cultura hip hop de la cual es fan y, a su vez artífice, David Galán Galindo, su director. Aprendí o, eso creo, a rapear (ríe). Intenté defenderlo de la mejor forma posible, con todo el respeto.
Fotografías de Emilio Pereda
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