El pasado viernes llegaba a las salas de cine Lightyear (Angus MacLane), y esa ya sería razón suficiente para ir a verla. No sabemos cuánto nos durará el chollo de poder ver las películas de nuestro estudio favorito sentados en una butaca y no en nuestro sofá, así que aprovechémoslo mientras podamos. Más aún con una película como esta, que al margen de la polémica del beso robado, tiene muchas cosas que ofrecer a un público que sigue esperando un nuevo Up, un nuevo Ratatouille o un nuevo Monstruos, S.A. Spoiler: Lightyear está a años luz de serlo, pero por eso mismo resulta una maravillosa apuesta de Pixar.
Vamos a decirlo claro: esta historia ya la hemos visto mil veces. Las hay a patadas, es una aventrua al uso que no pretende ser más que eso, y mucho menos distanciarse de sus predecesoras. No es la película de Pixar del año y, desde luego, tampoco de la década. No viene para hacernos explotar la cabeza como esperábamos de cada uno de los estrenos del estudio hace diez años. Y, precisamente, ahí se encuentra su grandeza. Es inevitable sentir nostalgia al ver a nuestro muñeco de acción favorito volver a las pantallas, y MacLane juega con esa nostalgia, pero no con la nuestra, sino con la de Andy. Y al hablar de Andy hablo también de la infancia de MacLane y la de todos los niños que se morían en los 80 y 90 por el próximo capítulo de su serie de ciencia ficción favorita. Así que no, la película favorita de Andy no podía parecerse a Soul (Pete Docter y Kemp Powers, 2020) o Inside Out (Pete Docter y Ronaldo del Carmen, 2015), tenía que ser, y cuanto más parecida mejor, algo como la saga de Star Wars, La dimensión desconocida (Rod Serling, 1959) o las novelas de Ray Bradbury.
Fotograma de Lightyear
Un concepto así le viene como anillo al dedo a un estudio que últimamente parece dejar claro su distanciamiento de esa corriente tal vez más pretenciosa de Pixar para acercarse a una faceta más entretenida, humilde e igual de bonita en su fondo y en su forma. Algo en la línea de Luca (Enrico Casarosa, 2021) y Onward (Dan Scanlon, 2020). Este no es el evento de Pixar, no es la vuelta a sus orígenes y tampoco la nueva vanguardia. Es, simplemente y por fortuna, la película favorita de Andy.
Paradójicamente, en esa virtud se encuentran sus mayores flaquezas. Durante sus 100 minutos no podemos despegarnos, o al menos no del todo, de esa sensación de déjà vu, todo nos suena a visto y nada nos parece realmente original. Y con esa sensación, sumada a la optimista expectativa ante todo lo que produce Pixar, tampoco nos podemos despegar de una pequeña decepción. Lo maravillosamente contradictorio es que si no tuviéramos esa sensación la película no sería ni la mitad de buena que es, así que tal vez Pixar lo esté haciendo bien y seamos nosotros quienes tengamos que cambiar nuestras exigencias.
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Fotograma de Lightyear
Pero ojo, eso no significa que Lightyear sea una película sin fondo, que no nos hable de temas profundos y no nos brinde la oportunidad a adultos y a niños de evadirnos y reflexionar sobre nuestros problemas al mismo tiempo. Desde luego que hace todo eso, aunque no necesitase hacerlo. Pero lo bonito es que no nos habla del fracaso o de la tristeza, como Soul o Inside Out, sino de eso y mucho más. Habla con honestidad y emoción de la lucha entre lo viejo y lo nuevo, de readaptarse a un mundo que creías dominado y que ahora parece avanzar más rápido que tú, de la balanza entre luchar por tus objetivos y vivir la vida, de no pensar solo en cumplir tus metas o “culminar la misión”, sino en cuestionarla a ella y a todo lo que haces, de reinventarse, de aceptar el fracaso y aprender a relativizarlo… Todo eso y mucho más sin una sola frase de diálogo o un clímax sobrecargado que nos lo recuerde. Porque cuando intentas contar una historia y no una reflexión, cuentas mil reflexiones a la vez en un amplio, complejo y contradictorio mundo reducido en una simple y entretenida historia. Y eso, al fin y al cabo, es más Pixar que ninguna obra maestra que viniese para explotarnos la cabeza y reventar la industria.
Si acaso queda preguntarnos si esto es una carta de intenciones de Pixar para decirnos que esa vía más adulta ha quedado relegada por un cine más infantil o, tal vez, para todo lo contrario: quizás sea un importante peso en la balanza antes de caer con fuerza con Elemental (Peter Sohn, 2023), que parece que podría estar sacada del mismo universo que Inside Out y Soul y, a lo mejor, llevar la misma trayectoria que esta última.
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