Las miradas de los amantes del cine se dirigen en estos días hacia Cannes, donde se está celebrando la 76ª edición del Festival. La mayor parte de las películas que allí se están estrenando, como Indiana Jones y el dial del destino de James Mangold, Killers of the Flower Moon de Scorsese o Monster de Kore-eda tardarán un tiempo en llegar a los cines. Por suerte, mientras esperamos siguen llegando películas de la edición anterior, como la ganadora del premio del jurado —junto con Eo de Jerzy Skolimowski— Las ocho montañas, de Felix van Groeningen y Charlotte Vandermeersch.
La colaboración entre la guionista y el director ya nos encandiló en la trágica Alabama Monroe (2012), y ahora regresan para realizar la adaptación de la novela homónima de Paolo Cognetti, en lo que es el debut de Vandermeersch como directora.
Las ocho montañas es una obra bellísima, tanto en lo visual como en su temática. Pura poesía cinematográfica. La trama transcurre en su mayor parte en las montañas alpinas italianas, donde florece y se desarrolla la amistad entre Bruno y Pietro, desde que se conocen siendo niños hasta que se convierten en adultos. Lo que empieza pareciendo un coming of age, pronto se transformará en una película profunda y reflexiva sobre dos caminos opuestos en muchos sentidos, pero con un nexo de unión que ambos son incapaces de abandonar: la montaña. Y precisamente de caminos es de lo que habla la película.
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Los caminos y las decisiones, las decisiones y los caminos
Como nosotros, cada uno de los protas tiene su propio sendero. La peli nos habla sobre lo que es estar perdido, sin saber qué rumbo tomar, sin planes, sin proyectos. Nos enseña que cada uno tiene sus tiempos, sus momentos de tomar una decisión y escoger la ruta que te hará llegar a donde quieres, o quizás no a donde quieres, pero sí a otro lugar desde el que proseguir el viaje. Otras veces el camino aparece de golpe y, sin apenas darnos cuenta, estaremos caminando por él. La ruta no es lineal, a veces hay que volver sobre tus pasos para poder ir hacia delante, encontrar tus propios rastros donde antaño estuviste, otear el pasado y ver el mismo paisaje desde otra perspectiva.
Fotograma de Las ocho montañas
Las ocho montañas es una obra silenciosa que nos da tiempo para pensar, para entender, para admirar la belleza, para escuchar la montaña. En ella se habla de la amistad, de la pérdida, de estar perdidos, de encontrarse y perderse de nuevo. Se habla de hallar el hogar, o de construirlo.
Pero si tuviera que destacar algo por encima de todo, diría que es una película preciosa, de esas que te hacen sonreír por ver algo tan especial, pero que al mismo tiempo te mantiene al borde de las lágrimas. Cada momento te atrapa, es único y real.
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Recomiendo encarecidamente verla en cines, espero que estas humildes palabras sean suficientes para ayudarte a tomar ese camino. Yo, desde luego, volveré a recorrerlo tan pronto como pueda.
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