Drive My Car, la nueva película de Ryūsuke Hamaguchi estrenada la semana pasada en España, cuenta con 4 nominaciones para los Oscars, y no ha dejado de sorprender al público.
Basada en el relato Hombres sin mujeres (2014) de Haruki Murakami, trata la historia de Kafuku, un talentoso actor de teatro que, debido a un drama personal, se ve hundido en una rutina en la que se le hace difícil vivir. En medio de todo esto conoce a Misaki, quien será su chófer y lo llevará a todas partes en su coche, sin mediar apenas palabra.
De la mano de estos dos personajes, sentados en el asiento pasajero y sin hacer mucho ruido, nos sumergimos en unas de las historias más sorprendentes del año. A pesar de su larga duración, no llega a ser pesada debido a su ritmo pausado pero implacable, y gracias a que se toma su tiempo, terminamos sintiendo que hemos vivido lo mismo que los personajes… Por lo que es bastante probable que acabemos de verla tristes, pero eso sí, también llenos de esperanza.
Aquí os dejamos unas cuantas de las muchas lecciones que nos enseña Drive My Car, ya que intentar desgranarla entera es una tarea imposible. Y todo ello sin spoilers.
Nuestro dolor puede ser algo bueno para otros
Sufrir nunca es algo positivo. Hay veces en que el haber experimentado algo terrible nos obliga a cambiar nuestra forma de ser irremediablemente. Algo así le pasa a Misaki. Cuando Kafuku se disculpa por las largas esperas que tiene que aguantar, esta las encuentra innecesarias. Ella ha sufrido cosas peores.
Fotograma de Drive My Car
«Misaki no hizo ningún comentario. Simplemente mantuvo los labios apretados. Ese gesto indicaba que había soportado cosas más duras en las montañas».
Hombres sin mujeres, Haruki Murakami, 2014
Y Misaki es una gran conductora. Se lo dice Kafuku: cuando está al volante, puede llegar incluso a sentir que no está en un coche; apenas nota los frenazos, cambios de marcha o giros. Misaki acepta el halago por lo que es: un reconocimiento de sus habilidades. Pero no puede evitar confesar por qué es tan buena conduciendo, y con esta revelación parece que Misaki esté diciendo, tanto a Kafuku como a nosotros, que: “lo que más te gusta de mí y te resulta valioso es algo que aprendí a través del dolor”.
Las cicatrices no desaparecen
Misaki y Kafuku sienten que están rotos; que jamás van a poder salir del foso de dolor, culpa, trauma y soledad. Y es cierto que cuando algo inimaginable ocurre, nos vemos cambiados para siempre.
Pero esto no significa que seamos irreparables. No significa que no pueda llegar alguien y que, al enfrentarse a nuestras cicatrices, sea capaz de ver algo más allá del dolor. Puede que incluso deduzcan algo bueno o digno en nosotros. Porque intentar que nuestras cicatrices desaparezcan para siempre supone que lo hagan también la valentía y fuerza que demostramos al sobrevivirlas. Y eso sí que sería injusto.
Fotograma de Drive My Car
Tenemos que absolvernos nosotros mismos
Debido a sus pasados y a esa tremenda cantidad de dolor y trauma a la que se han visto expuestos, Kafuku y Misaki encuentran el uno en el otro a un compañero. Una especie de alma gemela provocada por el dolor más profundo. Por ello esperamos que, al conocerse y revelar sus peores secretos, sean capaces de perdonarse mutuamente. Pero la vida no funciona así.
Fotograma de Drive My Car
«Si fuera tu padre, te cogería de los hombros y te diría "no fue culpa tuya". Pero no lo soy.».
Drive My Car
Drive My Car nos deja claro que nadie escarmienta nunca en cabeza ajena; que da igual cuán misericordiosos seamos con los demás, jamás vamos a dirigir las mismas palabras de consuelo hacia nosotros mismos. Y menos aún cuando el dolor que sentimos nos consume por completo. Pero sí que entendemos que, al encontrar a un igual, al menos podemos compartir esa carga y no llevarla solos.
Las historias que contamos nos retratan
Fotograma de Drive My Car
Todo escritor (ya sea guionista, autor, músico…) sabe que escribir es mostrarse por completo, sin vergüenza ni pudor. Desnudarse frente al papel asusta, pero no hacerlo es peor aún. Escribir sirve para poner en orden pensamientos que no entendemos, o para comprender cosas que de otra forma se nos escaparían… Y esto es lo que le pasa a Oto, la mujer de Kafuku.
A través de las historias que crea y cuenta a Kafuku, Oto intenta revelar cómo se siente. Incapaz de hacerlo de manera directa, se refugia en sus historias para sincerarse a su marido, retratándose en ellas sin querer. Y es que así es como funciona esto: escribir revela lo peor de nosotros, pero también consigue sacar lo mejor.
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No decidir es decidir
Fotograma de Drive My Car
Cuando nos vemos entre la espada y la pared, despierta en nosotros un sentimiento muy común que los ingleses denominan “fight or flight” (luchar o volar). Básicamente, cuando nos toca tomar decisiones duras tenemos dos opciones: tomarlas, y apechugar con las consecuencias sabiendo que, al menos, así lo decidimos, o no tomarlas, y apechugar con las consecuencias de pasarnos toda la vida preguntándonos qué habría pasado.
Kafuku confiesa que se arrepiente de no haberse enfadado más a lo largo de su vida, de no haber dicho nada en situaciones en las que le habían herido, de haber sido un cobarde a la hora de enfrentarse a sus emociones. En resumidas cuentas, Kafuku es consciente de que se ha pasado la vida decidiendo no decidir, y en consecuencia, decidiendo erróneamente.
Sufrir significa que estamos vivos
La mayor lección de todas. ¿Cómo puede seguir Kafuku levantándose por las mañanas y con su vida, cuando todo lo que siente es dolor? ¿Cómo le pedimos a Misaki que continúe hacia delante, cuando su pasado es algo que la persigue y lo va a hacer siempre?
Fotograma de Drive My Car
«¿Qué se le va a hacer? Hay que vivir».
Drive My Car
Hay que vivir. Parece simple, pero es más difícil de lo que parece. Si miramos a nuestro alrededor, es común encontrarnos con gente que simplemente sobrevive, que “tira para adelante”, que aguanta. Y probablemente todos hemos escuchado alguna vez que eso está mal. Pero Drive My Car nos dice que no; que sufrir significa vivir, que no siempre avanzamos hacia el sitio correcto, pero que lo importante es que seguimos. Lo intentamos.
No nos insta a que encontremos la felicidad, ni a que olvidemos nuestro pasado, ni a que busquemos algo mejor. Simplemente nos dice que aguantemos, que todo tendrá sentido al final. Que aunque no lo veamos ahora, lo veremos. No nos promete un final feliz, pero sí uno esperanzador. Un mensaje claro y conciso de resiliencia.
Muy buena lectura.