Hay un momento extraño en la adolescencia en el que no podemos ser nosotras mismas ni con los pequeños ni con los mayores. Vivimos en ese extraño limbo en el que las conversaciones de los niños nos parecen aburridas y patéticas y las de los mayores todavía nos vienen grandes.
Es lo que le ocurre a la protagonista de Libertad, la ópera prima de la directora y guionista catalana Clara Roquet. Nora se va de vacaciones a su casa familiar de la Costa Brava. Allí se hace amiga de Libertad, la hija de la mujer colombiana que está interna para cuidar de su abuela.
Esta película es un retrato precioso sobre la adolescencia, una crítica a los privilegios de clase y, sobre todo, una historia de mujeres.
La amistad adolescente
Fotograma de Libertad ©Avalon
Libertad representa para Nora una salvación en ese verano familiar, un espacio donde poder ser ella misma. Ambas congenian porque, aunque son opuestas, se aceptan la una a la otra y sienten interés por conocerse. Y, aunque sus situaciones sean totalmente distintas, son capaces de entenderse. Su relación se impregna de una especie de sororidad silenciosa, un vínculo que parte de sentir que están en el mismo momento de autodescubrimiento. Clara Roquet nos recuerda que ser adolescente es duro, precioso, intenso y, casi siempre y sobre todo, incomprensible.
También nos habla de la intensidad de las amistades de la adolescencia, tan profunda, para bien y para mal. Tanto el amor como el odio se multiplican y las emociones cambian de un momento a otro, pero la amistad también es uno de los pilares —quizá el más importante— de la adolescencia.
La clase y los privilegios
Fotograma de Libertad ©Avalon
A ese autodescubrimiento de Nora se junta también una toma de conciencia sobre la cuestión de clase. Con Libertad, Nora aprende lo que es el privilegio y empieza a reconocerse en él. Hay una evolución en Nora que le hará cambiar para siempre al entender que la manera en la que nos relacionamos y el lugar que ocupamos en el mundo depende directamente del lugar y el contexto en el que nacemos. Al principio, le cuesta ver su privilegio frente a Libertad, por muy claro que se pueda ver desde fuera. Nora no se considera a sí misma una niña bien. Es más, hasta le molesta pensarlo. Pero cuando le dice a Libertad que su madre, cuidadora de su abuela, es como de la familia, ella le contesta:
«Qué descaro, ¿cómo que de la familia? Ella le limpia el culo a su abuela y el resto no lo hace.»
Y en ese momento Nora empieza a abrir los ojos. A través de su relación con Libertad, se da cuenta de la verdadera diferencia que hay entre ellas dos: son iguales por ser adolescentes pero son distintas por pertenecer a distintas clases sociales.
Hay otro detalle en la película con el que Clara Roquet reflexiona acerca de la construcción social en torno a la diferencia de clase. La abuela de Nora tiene Alzheimer y está empezando a olvidar hasta a su propia familia. Cuando ella está en su peor momento y parece que se le ha olvidado todo, sigue recordando cómo se toca el piano. Entonces Libertad se acerca y ella le ofrece enseñarle a tocar. Mientras el resto de la familia, sutilmente, quiere alejar a Nora de Libertad, la abuela la trata como si fuera su propia nieta. Cuando su propio racismo y su privilegio de clase se le han olvidado, acepta a Libertad, la acaricia y le enseña a tocar el piano.
El punto de vista
Clara Roquet y María Morera (Nora) en el rodaje de Libertad
Antes de escribir tenemos que pensar de dónde venimos, desde dónde podemos hablar y por quién podemos contar una historia. Clara Roquet decide contar esta historia desde el punto de vista de Nora porque es lo más cercano a su propia experiencia. Hablar de los privilegios desde un lugar privilegiado es complicado y pasa por asumir nuestros propios prejuicios, hacer autocrítica y ser sinceros. Hablar desde la óptica de Libertad, aunque interesante, hubiera sido mucho menos sincero. Así que Clara Roquet hace un ejercicio de honestidad poniéndose en la piel de Nora y, no en la de Libertad. Porque ese punto de vista lo tomarán otras mujeres que lo hayan vivido. Y ojalá lo hagan.
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