Septiembre es un mes muy dado a la nostalgia. La vuelta al cole, la llegada del otoño y la sensación de que los días son cada vez más cortos hace que algunos ya estemos contando las horas para Halloween, mientras otros se decantan por la añoranza de un verano a punto de terminar. Este junio pudimos ver en salas Live is Life (Dani de la Torre, 2022), que aunque esté ambientada en la noche de San Juan, tiene mucho de esa nostalgia del fin del verano.
Live is Life sigue a Rodri (Adrián Baena) y a los cuatro amigos con los que se reencuentra cada verano. Toda la película está cubierta por un filtro de nostalgia adolescente: la jerga ochentera, la ropa, los cromos de futbolistas ya retirados y la música que Rodri escucha en sus auriculares. Todo el contenido superficial de la película está construido para evocar los recuerdos de una generación que, como todas, idealiza la época en la que creció. En Live is Life hasta el escenario tiene ese aspecto idílico (Galicia es bonita, pero no es toda como la Ribeira Sacra donde se rodó la peli), pero muy pronto este grupo de amigos descubre una realidad latente bajo esa fantasía.
La insoportable inevitabilidad de crecer
Fotograma de Live is Life
Como cualquier película centrada en la adolescencia, la de Dani de la Torre representa una etapa de transición entre la infancia y la adultez. Esta es la parte más nostálgica, en la que seguimos a un grupo de niños haciendo travesuras, incapaces de estar quietos más de cinco minutos en un lado, luchando batallas contra enemigos mortales, peleándose y reconciliándose en cuestión de segundos. Así se representa la infancia, en un lugar idílico donde los días son eternos y las aventuras son constantes.
Pero Rodri y su grupo de amigos también deben enfrentarse a los problemas de la vida adulta, que les llegan en su forma más oscura. El cáncer de Álvaro (Juan del Pozo) empeora, y el padre de Suso (David Rodríguez) lleva un mes en un coma del que no parece que vaya a despertar. La infancia termina cuando los protagonistas empiezan a ser conscientes de su propia mortalidad y la de la gente que los rodea. Cuando eres mayor ya no parece que los veranos sean interminables, porque sabes que no lo son.
Hacer una hoguera en el bosque es ilegal pero no tan ilegal como robar un bebé
El grueso de la trama tiene lugar en un solo día y una noche, la de San Juan. En Galicia y en otros lugares donde se celebra, la noche de San Juan marca un evento muy particular en el calendario. Es la fiesta que da inicio al verano, pero también despide ese año extraoficial que empieza cada mes de septiembre. Seguro que, a lo largo de los años, más de uno habrá tirado sus notas a la hoguera igual que Rodri para que sus padres no las vieran, y después la ha saltado para que el próximo curso tuviera un poco más de suerte.
En Live is Life la noche de San Juan hace de símbolo para que sus protagonistas dejen la infancia atrás y abran la puerta a algo nuevo. Este elemento temático es el que mantiene en la butaca al público que no identifica como propias todas esas referencias a la época en la que está ambientada, y la historia gana cuando se centra en sus personajes y no en los guiños a la nostalgia ochentera.
De todos modos, aunque Live is Life sepa de sobra a qué público se dirige, no deja de intentar transmitir un mensaje universal y una reflexión que casi todo el mundo comparte: cuando eres niño estás deseando hacerte mayor, pero cuando eres mayor te das cuenta de lo divertido que era ser niño.
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Puedes ver Live is Life en Netflix.