Mucho ha llovido desde que Juan Antonio Bardem proclamara en las Conversaciones de Salamanca de 1955 que el cine español era «políticamente ineficaz» y «socialmente falso». Hoy, Los santos inocentes (Camus, 1984) y Los lunes al sol (León de Aranoa, 2002) son solo dos ejemplos de las películas política y socialmente comprometidas que se cuelan entre las grandes obras de la historia de nuestro cine. A ambas las une su empeño en hacernos reflexionar sobre la diferencia de clase y la dignidad humana.
Los santos inocentes: «unos abajo y otros arriba, es ley de vida»
En esta alabada adaptación de la obra de Delibes, los tonos apagados, el silencio y el ritmo pausado enmarcan una historia a ratos tierna, pero completamente desgarradora. La trama se sitúa, aunque recuerde al feudalismo medieval, en la España de los 60. El tema, sin embargo, es atemporal.
«Qué dura», fue la obviedad que se me escapó cuando llegué a los créditos por primera vez. Pero a mi padre no se lo parecía tanto. La historia de esta familia de campesinos encabezada por Paco ‘el Bajo’ y Régula, víctimas del caciquismo en un cortijo extremeño, no deja de ser el reflejo de la experiencia real de miles de españoles sometidos por los terratenientes en los años de Franco. Y eso mi padre lo vivió más cerca que yo.
Azarías y la Niña Chica en Los santos inocentes
La marquesa que sale al balcón para recibir las alabanzas de los «súbditos» a los que explota, los trabajadores de mayor rango que no dudan en abusar del resto de siervos como los señores abusan de ellos, y, por supuesto, la relación amo-esclavo entre el señorito Iván y Paco, al que trata como un perro (o peor, una herramienta, porque a un perro con la pierna rota no podría obligarle a correr en una cacería)… Son ejemplos de los tratos denigrantes que el film toma por bandera para hablar, no de partidos, sino de derechos humanos en una época en la que la miseria, la explotación laboral y el analfabetismo son aceptables.
Los oprimidos se resignan y repiten «A mandar, que pa’ eso estamos», porque no tienen otra opción para sobrevivir al hambre. La pobreza los aliena y los hace sumisos. Todos callan, menos la Niña Chica, cuyos lamentos parecen concentrar la frustración de toda una clase. Los jóvenes también callan, pero no fingen conformidad y acaban huyendo del cortijo, augurando la decadencia de ese sistema amparado por la dictadura. Y Azarías, que en su inocencia es el más libre —e incluso rebelde—, hace hueco en su bondad natural para dejarse llevar por un lúcido impulso y vengar a su milana, y a todos los demás, en uno de los asesinatos más catárticos del cine.
Los lunes al sol: el valor moral de 8000 pesetas
Ambientada en los 90, ya con la democracia afianzada, Los lunes al sol es la prueba de que la injusticia social de Los santos inocentes no es cosa del pasado. La advertencia «Esta película no está basada en una historia real. Está basada en miles» abrió el tráiler en su día, aunque el director siempre ha destacado entre sus influencias la lucha de los trabajadores de Naval Gijón.
Fotograma de Los lunes al sol
El film comienza con imágenes de protestas, piquetes y cargas policiales. Tres años después, los personajes sufren las consecuencias de haber sido víctimas de un despido masivo por la venta de los Astilleros Aurora a una empresa coreana para dedicar sus terrenos a la vivienda. Aquí el opresor no está tan personificado, pero vuelve a ser, obviamente, quien concentra el capital: ¿los dueños de los astilleros?, ¿el sector inmobiliario?, ¿la empresa coreana?, ¿el banco que niega el crédito a José y Ana?, ¿o el propio capitalismo ultraliberal que pone precio a las personas? Da igual, porque el resultado es el mismo: la pérdida de la dignidad laboral, la desprotección del trabajador, los oprimidos que acaban resignándose.
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Entre humor y cierta ternura, la película nos acerca a estos compañeros que se quedaron juntos en el paro tras una vida trabajando. Algunos consiguieron remontar —como Rico con su bar—, otros lo intentan incansablemente —como Lino, que solicita cualquier empleo a ciegas, casi renunciando a sí mismo—, pero a otros les puede la desesperanza y un sentimiento de incompetencia y culpa que no merecen y que inunda sus días, llevándose por delante sus relaciones sociales, su estabilidad psicológica y, en el caso de Amador, también su vida.
Santa, sin embargo, sigue atascado en esa lucha que salió mal porque la empresa consiguió separar a los trabajadores. Con su discurso combativo, se enfrenta a su propia batalla al ser condenado al pago de ocho mil pesetas por los daños causados a una farola durante los piquetes: para él, pagar significa renunciar a sus derechos, al astillero. Por eso la vuelve a romper.
«Conseguimos estar juntos»
Régula y Paco "el Bajo" en Los santos inocentes
Ambas obras son representaciones pesimistas —por su realismo— de la situación de los oprimidos, pues ni la rebelión vengativa de Azarías ni la huelga o la cabezonería de Santa logran un cambio en el orden establecido. Pero, a su vez, hay algo que nos incita a sonreír, un punto esperanzador: la lealtad y la solidaridad que se muestran entre ellos.
Y es que, al final, el fondo de las dos películas se asemeja mucho al discurso de Santa: si cae uno, caemos todos, como los siameses. En ambas se refleja la importancia de la unión, de la comunidad. Si los personajes logran salir adelante en su injusta y precaria situación, es porque no están solos.
La familia es lo primero en Los santos inocentes. Paco y Régula acogen a Azarías en su minúscula choza, cuidan de la Niña Chica hasta su último aliento y, sobre todo, se esfuerzan por darle a sus hijos una oportunidad, una vida mejor, aunque eso signifique perderlos. Los antiguos compañeros de trabajo siguen apoyándose, a pesar de sus diferencias, en Los lunes al sol. Muy probablemente el negocio de Rico sigue a flote porque ellos eligen ese bar sobre el que «regala copas», se prestan dinero y tiempo y, aunque Amador se aísla y acaba cayendo, los demás siguen luchando por él —a la deriva, sobre ese ferri—.
José y Santa al final de Los lunes al sol
Solo la clase obrera unida tiene la posibilidad de forzar cambios en el sistema, pero además, si no se logran, solo esa comunidad nos salva del vacío. Eso es lo que tratan de recordarnos estas dos grandes obras del cine español. El pueblo salva al pueblo.
¿Dónde puedes ver estas películas?
Los santos inocentes (FlixOlé, Movistar+, HBO), Los lunes al sol (Prime Video, Filmin).