El pasado 27 de enero se cumplieron 5 años del estreno de Múltiple. Dirigida por M. Night Shyamalan y protagonizada por James McAvoy, la película fue un éxito entre la crítica y la audiencia, contando más tarde con la secuela Glass (2019) que unida a El protegido (2000) forman una trilogía con casi 20 años de duración.
No obstante, desde el momento de su estreno la película se vio envuelta en una gran controversia por su tratamiento estigmatizante del trastorno de identidad disociativo (TID), con organismos como la organización benéfica australiana de salud mental SANE o la Sociedad Internacional para el Estudio del Trauma y la Disociación posicionándose en contra del estereotipo que marca la cinta. Pero ¿hasta qué punto los creadores de ficción tienen responsabilidad sobre la educación de sus espectadores?
Ι Leer más: 9 películas y series para acercarse a la salud mental
Visibilidad y antecedentes
Fotograma de Psicosis (1960)
El TID, conocido anteriormente como trastorno de personalidad múltiple, se caracteriza por la existencia de varias identidades diferenciadas en una persona, que forman un sistema complejo y funcional a la hora de interactuar con el entorno y enfrentarse a las situaciones generadas por este. El surgimiento de estas identidades se relaciona con la aparición de un trauma en la infancia, normalmente relacionado con una situación de abuso.
Los comienzos de la representación del TID en el cine se encuentran probablemente de la mano de Doctor Jekyll y Mr. Hyde (Otis Turner, 1908), considerada la primera película de terror estadounidense y de la que no se conserva ninguna copia. Siendo la primera adaptación de la novela homónima, y sin mencionar explícitamente el TID, es el primer acercamiento a la multitud de personalidades en un mismo cuerpo que se vio en la gran pantalla.
Imagen promocional de Las tres caras de Eva (1957)
La primera representación realista y no dañina la encontramos en el drama Las tres caras de Eva (Nunnally Johnson, 1957), basada en un libro de dos psiquiatras que colaboraron en el guion y que, supuestamente, se inspiraron en un caso real. Pocos años después llegó la película más famosa sobre TID que se ha hecho en la historia, pese al tratamiento erróneo del trastorno: Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960). La cinta es todo un hito en la historia del cine, posicionándose como una de las mejores películas jamás rodadas y como la mayor precursora del género slasher. No obstante, y sin negar su calidad como película, Psicosis se utiliza a menudo en entornos académicos como un claro ejemplo de la distorsión y la estigmatización de los trastornos mentales en el cine.
Fotograma de El club de la lucha (1999)
El suspense y el terror se han valido de los trastornos mentales como tema de forma frecuente, y es comprensible. Si buscamos manifestaciones de lo siniestro para remover algo en el espectador, la existencia de comportamientos no neurotípicos en otro miembro de nuestra especie lo coloca como “lo otro” de forma inmediata, entendiendo su conducta como impredecible y provocando inseguridad y temor en el sujeto. Tópicos como el asesino que no conoce su propia identidad, las alucinaciones que se creen reales y el monstruo que resulta ser la personificación de una enfermedad mental se encuentran por doquier en el cine.
El TID y las diferentes personalidades se utilizan con especial frecuencia, pero siempre de forma fantasiosa y estigmatizante para los pacientes reales. Si bien siguen apareciendo relatos más o menos realistas, como puede ser el caso de Frankie y Alice (Geoffrey Sax, 2010), son películas como El club de la lucha (David Fincher, 1999) las que abundan y calan en el imaginario colectivo, presentando a los pacientes como villanos en lugar de víctimas o protagonistas.
Responsabilidad y representación
Fotograma de Tiburón (1975)
¿Debería la ficción tener sumo cuidado con la visión del mundo que implica? ¿De verdad somos capaces de distinguir realidad y ficción como espectadores? Tiburón (Steven Spielberg, 1975) fue un taquillazo sin comparación en su época, y su calado en la cultura popular tuvo consecuencias bastante remarcables: en los años siguientes se produjo una ola de pánico por meterse en el mar. La ocupación de bañistas en playas disminuyó drásticamente en 1975, a la vez que aumentaban los avisos por avistamiento de tiburones. De igual modo, se aumentó de forma considerable la caza de estos animales y se instauraron varios bulos en nuestra cultura que nada tienen que ver con el comportamiento de la especie. ¿Tiene Spielberg la culpa del asesinato masivo de tiburones? Desde luego que no, pero la influencia que tuvo su película en estos hechos es innegable.
Fotograma de Frankie & Alice (2010)
Durante toda la historia de la humanidad, los mitos y las historias han servido para transmitir conocimientos. Si la experiencia es nuestra forma de entender, el relato es nuestra forma de conocer. Son las historias de las que nos rodeamos las que forman nuestra visión del mundo, y a eso hay que sumarle una sociedad que durante el último siglo ha recibido toda la información relevante a través de pantallas e imágenes.
Múltiple no es la primera película que utiliza el tópico del personaje con varias identidades, pero es la primera película de su generación que pone sobre la mesa el TID de forma explícita y valida su representación como “real” dentro de un marco psicológico en la trama. Pese a ser una película de suspense y superhéroes, su impacto en la cultura popular ha aumentado el estigma de las personas con TID y ha causado varias situaciones violentas en su entorno. Esto ha derivado en varios casos sonados de pacientes que han perdido sus empleos o se han visto socialmente aislados debido a que su entorno entendía los sucesos de la película como la realidad del trastorno.
Fotograma de Múltiple (2016)
Los límites del arte y la creación siempre son un tema controvertido, y en mi opinión la ficción y el proceso creativo no deberían ser limitados ni encorsetados por una brújula moral bajo ningún concepto, más allá de aquella que siga el propio creador, si bien tampoco debería limitarse el juicio popular y la crítica de esa obra tras su consumo. Prohibir y censurar una idea, aunque a priori se haga desde la razón y buscando el bienestar y el respeto de un grupo, es el inicio de un comportamiento peligroso.
Por tanto, recae en el espectador la capacidad crítica y la responsabilidad de consumir un contenido siendo consciente de su contexto y de la realidad a la que intenta acercarse. Cuando un grupo vulnerable pueda verse atacado por una idea, la comprensión y el apoyo no llegarán por parte de la censura, sino por nuestra responsabilidad y nuestra capacidad de discernir, entender y acercarnos al fenómeno.
¿Dónde puedes verlas?
El club de la lucha (Prime Video, Netflix) , Tiburón (Prime Video, Netflix).
Phần mềm này không hề tích hợp bất kì quảng cáo nào
khi sử dụng.