La escena del autobús en la reciente Nadie (Ilya Naishuller, 2021) no está dejado indiferente a, valga la redundancia, nadie. Es una maravillosa explosión de coreografías perfectas, humor y acción, esa que define a la película mejor que la película en sí misma y que enseñarías a cualquiera para vendérsela. Su estructura es perfecta, siembra las ganas de acción y se deja desear cuando debe hacerlo, explotan los puñetazos en el momento justo, el equilibrio entre gags y golpes de acción es excelente, cada personaje, hasta el más mínimo, aporta, se marcha cuando tiene que hacerlo, ni antes ni después… mil maravillas se palpan durante la secuencia, pero si consigue exprimir el potencial de cada una de ellas es gracias a una sola cosa: el autobús.
Y todo esto no habría sido lo mismo si ocurriese en un vasto campo de maíz, a lo Hitchcock, o en un inmenso desierto a lo Mad Max. El autobús ofrece justo lo que la escena necesita: a la tensión, un “no puedes salir de aquí”, a la acción, la imposibilidad de moverse como los personajes saben, y a la comedia, los elementos cotidianos con los que se mezclan los golpes (nunca olvidaré que mientras Bob Odenkirk revienta la cabeza de uno de ellos, el pobre está pulsando sin querer el botón de “Parada solicitada”).
Y esto me hizo pensar en el potencial que te da un lugar cerrado para una secuencia de acción y los referentes que tenía en mi cabeza de escenas similares. Esas escenas eran, precisamente, aquellas que también definían a sus películas mejor que ellas mismas, así que pensé que se merecían, al menos, esta pequeña lista:
1- El pasillo de Oldboy (Park Chan-wook, 2003)
Esta escena ha trascendido todo lo que se puede trascender, un pasillo sin salida en el que solo puedes moverte hacia adelante o hacia atrás, y en ambas direcciones hay hostias. Una secuencia de acción que bien podría ser de Nadie; un individuo contra una multitud, pero con una violencia mucho más cruda, fría y seca. Algo que, por otra parte, define todo el thriller surcoreano y que se expresa en este caso tan paradigmático a través de la ausencia de cortes. Durante el rodaje, comenzar un plano en el que alguien lanza un puñetazo y después otro en el que alguien lo recibe es la forma más fácil de montar una pelea. Grabar todo de seguido es una locura a la que solo se enfrentaban locos como Jackie Chan o Bruce Lee, y que aquí le da un realismo que no tiene ninguna producción americana.
2- El ascensor de Drive (Nicolas Winding Refn, 2011)
Hay muchas emociones que confluyen perfectamente en este ascensor del que no puedes salir, para bien y para mal. La tensión de descubrir que estás encerrado con un enemigo y no sabes cuándo va a estallar, mezclada con la emoción interminable, y remarcada con la cámara lenta de un beso. Y por eso esta escena es tan redonda, por sus contradicciones y giros imprevisibles. No te esperas ese beso antes de la tormenta, ni aunque te esperes la tormenta te la imaginabas tan devastadora. Esa conmovedora sensación de ver a un hombre que para proteger sus vidas debe caer de lleno en lo que esa mujer detesta. Y lo hace por la necesidad de salvar su vida pero también porque no puede evitar mostrarse como es en el fondo, y además hacerlo de la forma más violenta posible.
3 - El conducto de ventilación de La jungla de cristal (John McTiernan, 1988)
Si hablamos de claustrofobia esta escena es la joya de la corona. Un Bruce Willis, con bastante más cuerpo que ahora, reptando como duramente puede por el estrecho conducto de ventilación cuya falta de espacio fue tan hábilmente retratada con ese icónico plano frontal del que aún nos acordamos. Y si quedó en nuestra memoria no fue solo por esa sensación de agobio dentro del conducto, sino por la tensión que envuelve la escena. Es una cuenta atrás, una mecha que está a punto de alcanzar la pólvora y una parte de nosotros desea que nunca llegue mientras que otra, más profunda y sincera, ansía ver la explosión que nunca sucede.
4 - El coche de Deadpool (Tim Miller, 2016)
Aquí todo ocurre en un coche que, por la inmensa cantidad de movimiento en la escena, parecería que fuese 10 veces más grande. Pero no lo es, y ahí está su gracia. Antes comentábamos que en Nadie se mantenía el equilibrio entre gags y golpes de acción de forma perfecta… en Deadpool ni existe ni hace falta ese equilibrio. Siendo una escena claramente de acción: violenta, explícita y adrenalínica, cada golpe de acción es un gag e, incluso, hay más de los segundos que de los primeros. Y si es así es por un tono, o lo que aquí es lo mismo, un personaje. Deadpool es de esas películas en las que toda la apuesta es por su protagonista, y si sale bien es porque le da al género de superhéroes una comedia que nunca antes había sido tan macabra.
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Y, volviendo a la escena, funciona tan bien porque ocurre a los cinco minutos de película y contribuye a una presentación de personaje tan loca como minuciosamente planeada.
5 - El spa de Promesas del Este (David Cronenberg, 2007)
Todos hemos salido alguna vez de la ducha de puntillas, pensando en lo que dolería una caída desnudos contra el suelo mojado. Eso es lo que explota Viggo Mortensen en una escena de acción tan visualmente impactante y violentamente real como, en lo que a la puesta en escena se refiere, redonda. El mérito de esta pelea está, más allá de la coreografía, en hacer sentir al espectador los golpes con los cinco sentidos. Nunca la palabra explícito había cobrado tanto sentido, además de por los elementos visuales (deja pocas cosas a la imaginación y no hay golpe en el que no prefieras mirar para otro lado), por cómo transmite la textura del suelo contra el que se golpean, el olor cargante o la temperatura y el calor del ambiente.