«Cada noche sueño lo mismo: un campo de baloncesto de arena con las rayas pintadas con cal, una pelota de cuero… Me pasan la pelota, tiro un gancho, y como es mi sueño lo marco y ganamos el campeonato de España. Cada noche sueño lo mismo»
Si alguna vez has sido niño tal vez hayas soñado algo parecido, a lo mejor en vez de un gancho marcabas un gol, ganabas un set o llegabas a una línea de meta, pero en esencia todos hemos soñado lo mismo alguna vez. Encarna es una niña de 97 años que todavía sueña con jugar al baloncesto y su entusiasmo te va a conquistar en los primeros cinco minutos de La niña del gancho (Raquel Barrera, 2016).
La niña del gancho es un documental que sigue el día a día de una de las pioneras del deporte femenino en España. Encarna Hernández, igual que otras mujeres que son entrevistadas a lo largo del docu, no se da a sí misma esa importancia. Se consideran mujeres que simplemente hacían lo que les gustaba. En una época en la que su papel era el de esposa y madre, ellas jugaban al baloncesto.
Años después esa pasión todavía sigue viva. Encarna tiene una sonrisa contagiosa que solo se tuerce cuando ve el poco espacio que tiene el baloncesto femenino en la prensa. “Qué ridículo”, “qué vergüenza”, dice entre dientes mientras recorta el minúsculo párrafo que le dedican a las baloncestistas. Lo hace cada día, y después sentencia: “todo esto es miseria y machismo… ¿toda la vida luchando para esto?”
Encarna recorta todas las noticias que encuentra de baloncesto femenino
"40 años antes que Magic Johnson, yo ya daba los pases sin mirar"
Encarna creció en la localidad murciana de Lorca, y en 1931, a los trece años, pisa por primera vez una cancha de baloncesto, de aquellas de tierra con las líneas pintadas con cal. Para las mujeres que se atrevían a practicarlo en aquellos años, el deporte se convertía en una cuestión identitaria: unos te tildaban de marimacho, otros de pionera, Encarna era jugadora de baloncesto.
El montaje de La niña del gancho trata de intercalar las vivencias y recuerdos de Encarna con recortes de prensa que pintan una imagen bastante clara de la percepción que había de estas mujeres. Es curioso que cuanto más posteriores son los fragmentos, su contenido se vuelve más misógino. Lo que en 1912 era un deporte de moda que podía practicar cualquiera, en los años 30 era una práctica varonil y mujeres como Encarna solo se ponían a sí mismas en evidencia cada vez que saltaban a jugar.
La cosa no es muy diferente en 2021. Como si lleváramos 90 años viajando atrás en el tiempo, el baloncesto femenino solo es noticia cuando un dibujo infantil no es lo suficientemente sexy para la vista del bruto de turno. Por eso Encarna guarda todos los recortes de periódico que hablan del amor de su vida, por si algún día se encuentra con alguno que no le quepa en la cartera.
Encarna Hernández, La niña del gancho, en el primer equipo femenino de baloncesto de España
El documental de Raquel Barrera junta a Encarna con jugadoras de la selección como Laia Palau o Amaya Valdemoro, mujeres que han conseguido logros con los que Encarna solo sueña, pero que al mismo tiempo no hubieran sido posibles sin su sacrificio. Encarna ya no puede jugar, tiene 97 años, pero vive de lleno el baloncesto gracias a la entrañable relación que mantiene con Laia y Amaya.
"Nosotras siempre estamos en crisis"
Pese a que nunca deja de lado el tono optimista de Encarna, La niña del gancho también pone sobre la mesa un problema que el deporte femenino lleva arrastrando desde su concepción: vive en una permanente crisis de medios.
Mientras que un deportista masculino puede cobrar un sueldo millonario y colarse en el orden de vacunación (sí, lo he dicho), una jugadora tiene que irse a otro país para dedicarse profesionalmente al baloncesto. ¿Acaso Amaya Valdemoro no nos representaba también cuando fue campeona de la WNBA tres años seguidos?
Los recuerdos de Encarna, dignos de museo
Pero el documental de Raquel Barrera no reivindica sueldos desorbitados, ni viajes en avión privado, ni millones de likes en Instagram, sino algo mucho más simple: la total profesionalización del baloncesto femenino. Para eso la única receta es dinero, medios y eliminar el machismo de tu dieta de una vez por todas.
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Para ser como Pau Gasol, primero hay que entrenar en los pabellones en los que entrena Pau Gasol, en los horarios en los que entrena Pau Gasol y con el equipo que tiene Pau Gasol a su alrededor; una vez conseguido eso, solo es cuestión de tiempo que lleguen la profesionalización, la visibilidad y los dulces, duuulces likes en Instagram.
El camino para llegar a la igualdad todavía es largo. Mientras tanto, nunca está de más acordarnos de aquellas personas que lo han hecho posible. Dicen que un pase de canasta hace felices a dos personas, al que da la asistencia y al que la recibe. Por haber dado su mejor asistencia a los 97 años, gracias, Encarna.
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