Mi primer contacto con Scott Pilgrim y su universo fue con la película de Edgar Wright (Scott Pilgrim contra el mundo, 2010). La cinta, tan divertida como original, cambió la forma que tenía de pensar en el cine e hizo que empezara a fijarme más en cómo estaban hechas las películas que me gustaban. La versión de Edgar Wright no solo tenía ritmo y derrochaba carisma: era la adaptación prácticamente perfecta de Scott Pilgrim al cine. De ahí, por fin salté a leer los cómics, y mi cariño hacia la historia de estos personajes tan imperfectos se convirtió en eterno.
Hace pocas semanas se estrenó Scott Pilgrim da el salto (Bryan Lee O’Malley) en Netflix, una nueva adaptación de los cómics originales, pero esta vez en formato de serie animada. Es un escalón que se aprecia como lógico y creo que anhela cualquier fan de un tebeo: ver a los personajes que aprecia en versión animada. Creo que no es erróneo afirmar que el recibimiento de la serie ha sido mayormente positivo, lo que ya es decir, siendo una adaptación que corre bastantes riesgos.
Este es un análisis de qué funciona y qué partes se han quedado algo descolgadas en Scott Pilgrim da el salto, así que ten cuidado si aún no la has visto, porque contiene spoilers.
El concepto de adaptación ideal
La manera en la que los cómics están adaptados a la pequeña pantalla va más allá de lo que cualquier fan podría haber esperado. Todos conocemos la historia a estas alturas: Scott Pilgrim, un desastroso chico de 23 años, se enamora de Ramona Flowers, la misteriosa chica venida de Estados Unidos que va en patines a todas partes. Para poder ganarse el derecho a salir con ella, debe derrotar en combate a cada uno de sus siete exnovios malvados. Si algo tenía claro Bryan Lee O’Malley era que no quería volver a contar esto de nuevo. Los cómics ya habían hecho su trabajo, y la adaptación de Edgar Wright superó en su día las mejores expectativas: ¿para qué darle más vueltas a lo mismo otra vez?
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Por eso, la presunta muerte de Scott nos incomoda al final del primer capítulo. Pero ese es el secreto: es una incomodidad emocionante, porque promete explorar un terreno ignoto. ¿Cómo es una serie sobre Scott Pilgrim sin Scott Pilgrim? ¿Qué misión le queda a la Liga de los exes malvados sin un nuevo pretendiente para Ramona? ¿Y dónde encajarían personajes como Knives o Young Neil? Todas estas incógnitas se apelotonan en nuestras cabezas conforme la serie avanza, confirmando que el rumbo a seguir está completamente alejado de lo que ya conocíamos.
Imagen promocional de Scott Pilgrim da el salto
Por eso creo que Scott Pilgrim da el salto funciona tan bien como adaptación: cuenta una historia completamente separada de la del Scott Pilgrim original, pero fiel a su espíritu. Las peleas contra los exes de Ramona se harían repetitivas y, a estas alturas, carentes de emoción. ¿Por qué no sustituirlas por escenas de acción que culminan en momentos mucho más interesantes y catárticos? Esto es solo un ejemplo de los cientos de diales que ajusta O’Malley en la nueva versión de su historia para hacer sentir de nuevo a los fans de Scott Pilgrim que están descubriendo algo nuevo.
Scott Pilgrim contra el peso de ser Scott Pilgrim
Y quizá ese sea uno de los puntos que más me han chirriado de Scott Pilgrim da el salto. Por más que me gustaría cerrar este artículo con una nota positiva, me duele admitir que no puedo. Sobre el papel, la adaptación de Scott Pilgrim tiene todo lo que podría interesarme de una traslación a serie de esta historia: enfoques nuevos, escenas de acción trepidantes y un buen giro de guion a la altura de lo esperado. Siendo este el caso, ¿por qué la serie me ha dejado esta sensación tan desapacible? ¿Por qué tengo la sensación de que se ha desaprovechado gran parte de su potencial?.
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Para mí, Scott Pilgrim es sinónimo de ritmo rápido y humor absurdo, unido a una historia aparentemente sencilla sobre cómo es posible mejorar como ser humano y tratar bien a los demás. Scott Pilgrim da el salto tiene el corazón donde toca, pero el envoltorio parece no ajustarse del todo a él. Las escenas avanzan hacia lugares inesperados, sí, pero dejando por el camino gran parte de la precisión y ritmo cómicos que tanto caracterizaba la obra original. No me gustaría que se entendiera que Scott Pilgrim ha perdido el sentido del humor, pero en esta versión es uno que se nota muy poco inspirado y a menudo fuera de lugar.
Imagen promocional de Scott Pilgrim da el salto
Otro lastre importante para Scott Pilgrim da el salto es lo difícil que es entrar en ella para nuevos espectadores. Como adaptación es una joya, pero como obra aislada faltan elementos a borbotones que contextualicen por qué los cambios que propone son tan importantes e inteligentes. Sin una referencia de base en otro medio completamente distinto, la serie de Netflix se queda coja y pierde gran parte de su fuelle dramático, y eso hace que cueste más entrar en la historia alternativa que plantea.
En resumen, Scott Pilgrim da el salto es una serie con ideas potentísimas y supone un regalo para los fans de toda la vida del personaje. Sin embargo, en esta ocasión los Sex Bob-om no han acertado en todas las notas. Una pena, pero al menos queda abierta la puerta a una futura redención, tanto para el Scott de 50 años como para la propia serie, en una posible segunda temporada.
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