Hay muchas maneras de esperar. Por distintas circunstancias, puedes verte envuelto en una espera plácida, angustiosa, aburrida. Tal vez una espera que te cambie la vida. Hoy recopilamos seis películas en las que los protagonistas están en la antesala de algo. Por si tú también tienes un ratito y necesitas hacer tiempo.
1. Cleo de 5 a 7 (Agnès Varda, 1962)
Mientras espera los resultados de una biopsia, Cleo pasea por el París de los 60 casi en tiempo real. Le acompañamos desde las 5 hasta las 6:30 en ese paseo en el que se ve obligada a enfrentarse a su mortalidad. Con esa cita con el médico en la cabeza, toda pequeña interacción, toda anécdota, toma un sentido diferente. Ese par de horas transforman completamente a Cleo, que al inicio de la película simboliza la juventud, la belleza y la frivolidad; su relación con estos conceptos vira totalmente al final, y también lo que para ella significa la validación masculina. Somos testigos de ese viaje introspectivo con los reflejos como metáfora, con varios personajes que se cruzan en su camino y con alguna escena memorable. Probablemente, la película más feminista de la Nouvelle vague. Viva Agnès Varda.
2. Mediterráneo (Gabriele Salvatores, 1991)
Segunda Guerra Mundial. Unos soldados italianos son destinados a una pequeña isla griega de ubicación estratégica. La verdad, no hay mucho movimiento; parece que no hay nadie. Pero, con el tiempo, van conociendo a los habitantes de la zona y comienzan a integrarse poco a poco en el pueblo. Total, tienen que esperar. Cuando su barco se hunde, y con la radio rota, solo les queda seguir esperando a que vengan a por ellos. Y, al final, en esa espera hacen su vida entera.
«Dedicado a todos los que huyen».
Una película antibélica, inocente y a la vez irónica, y con un Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Y además, con una de las dedicatorias más bonitas del cine: «dedicado a todos los que huyen». Merece la pena.
3. La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954)
También hay unas esperas impuestas. A veces, por causas médicas. Bien lo sabe Jeff (James Stewart), encerrado en su habitación neoyorkina, postrado en una silla de ruedas con la pierna rota durante una ola de calor. No hay mucho que hacer en esa habitación más allá de observar a sus vecinos a través del patio. Desde su silla, comienza a espiar, y en esa observación comienza a sospechar que un vecino ha cometido un crimen…
El que no haya escuchado conversaciones ajenas en el metro, que tire la primera piedra. O el que no se haya quedado mirando un accidente, o se haya montado una película en la cabeza para distraerse. Todos somos un poco voyeurs, y si las circunstancias —en este caso, de espera— fomentan este lado curioso nuestro, qué le vamos a hacer.
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4. Enterrado (Rodrigo Cortés, 2010)
Cuando la espera marca la diferencia entre la vida y la muerte. Un contratista civil secuestrado en Irak despierta en un ataúd con un teléfono móvil, un mechero y un cuchillo. A partir de ahí, comienza la lucha por su supervivencia; tiene que conseguir que lleguen a rescatarle antes de que se le termine el oxígeno.
Con esa premisa tan potente, cargada al completo sobre los hombros de Ryan Reynolds (y sobre un guion que no te da un segundo de respiro), Enterrado nos mantiene durante hora y media en tensión y llenos de claustrofobia, terror psicológico y nervios.
5. La trinchera infinita (Jon Garaño, Aitor Arregi, Jose Mari Goenaga, 2019)
Los Moriarti retratan el miedo en La trinchera infinita; un miedo que se convierte en espera indefinida. Solo que, si en Mediterráneo en la espera estaba la vida, en La trinchera infinita, la espera la sustituye.
Al verse amenazado en la Guerra Civil, Higinio se esconde en un agujero dentro de su propia casa. Pero incluso al terminarse la contienda, no siente que el mundo sea un lugar seguro, y sigue escondido durante más de treinta años. Basada en una historia real (en muchas historias reales, en realidad), nos muestra una de esas tantas otras trincheras en las que se libran las guerras: las trincheras íntimas, que aparentemente no son tan espectaculares, pero cuyas secuelas son igual de importantes.
Antonio de la Torre es aquí nuestro Ryan Reynolds; es otro tipo de Enterrado, pero igual de asfixiante.
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6. Lost in translation (Sofia Coppola, 2003)
Los personajes de Lost in translation están aburridos, y buscan cosas con las que llenar las horas de sus vidas. Tal vez no sea aburrimiento, sino vacío lo que sienten; en cualquier caso, está claro que su vida está en modo de espera. Stand by. Solo que, irónicamente, están en Tokio, posiblemente una de las ciudades del mundo que mayores estímulos ofrece.
Esa extraña relación que se crea entre los dos protagonistas, encarnados por Bill Murray y Scarlett Johanson, está marcada por esa intimidad tan especial que se crea en el aislamiento, y a la vez por las cosas que no se pronuncian en voz alta. Seguimos sin saber qué se dijeron en ese último abrazo, pero sí sabemos que la película terminó cuando terminó la espera. Porque, al final, hay que volver a la vida.
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