Hierro, la serie creada por Pepe Coira, y dirigida por su hermano Jorge, se hizo el pasado año con varios de los principales premios en los Feroz, Ondas, Iris y Mestre Mateo. Esta producción de Movistar vuelve hoy con una segunda temporada y no promete menos, ofreciendo más y mejor de la jueza Candela, Díaz y, por supuesto, de la isla.
Pepe nos cuenta cómo ha sido el proceso de escritura, qué retos ha tenido que afrontar y qué estrategias ha aprovechado para no defraudar a unos espectadores más que expectantes.
Primero me gustaría hablar de la isla porque hablar de la serie es hablar del Hierro. ¿Qué vino primero? ¿La historia te inspiró para ambientarla en el Hierro, o la isla te pidió crear esa historia?
La historia vino primero. La idea original era ambientarlo en Galicia, que es lo que mejor conocíamos, en Finisterre. Por varias razones eso no pudo ser y debíamos cambiar de localización. Para nosotros lo más esencial era que fuese un lugar remoto, al que nunca llegarías yendo de paso a otro lugar, aquel que solo alcanzas si quieres acabar ahí. Buscando eso llegamos al Hierro. Allí está el juzgado más lejano de Madrid. Es el punto más alejado del “centro” del territorio español.
Cuando trasladamos allí la historia empezamos a encontrarnos un montón de cosas que, por un lado, no encajaban con el planteamiento inicial, y por otro, te ofrecían ventajas que había que aprovechar. Uno de los elementos que teníamos en el diseño inicial era que varios de los personajes se dedicaban a la pesca. Resulta que en el Hierro esto no es tan común, nada que ver con lo que pensarías de las zonas costeras del norte.
También pensamos que los personajes se movieran entre islas, además de en barco y avión, utilizando sus propias embarcaciones. Nos dijeron que eso era una barbaridad, a nadie se le ocurre moverse de una isla a otra en su embarcación particular. Con lo cual, la localización añadió algo que le venía muy bien a la serie, que era esa cosa de aislamiento. Un sitio al que es difícil llegar, y del que es difícil salir. En una historia criminal eso te da muchas posibilidades que había que aprovechar.
Fotograma de Hierro
Muy hilado con esto, aprovecháis los aspectos clave de la isla para ambientar los momentos clave de la trama. Que ambas vayan de la mano, ¿ha sido una autolimitación a la que adaptarse, o una ventaja a la hora de escribir?
Entre las cosas que nos encontramos, y que por supuesto no conocíamos, estaba la Bajada de la Virgen de los Reyes. Cuando vimos que podíamos emplearlo fuimos a por ello. En la segunda temporada ocurre algo semejante con la lucha canaria y algunos lugares muy emblemáticos de la isla relacionados con ese deporte. A mí me parece que si optas por un lugar, lo suyo es aprovecharlo. Hitchcock, de una manera muy extrema, decía que si vas a ambientar una historia en Suiza, pues que salga una fábrica de chocolate, o una de relojes.
A nosotros eso nos apetece mucho porque las historias ganan si los lugares donde ocurren importan, si condicionan la historia. Buscamos esa sensación que tienes como espectador tras ver una serie de haber viajado. Todos tenemos una imagen de Japón al margen de que hayamos ido o no. Y a lo mejor es una imagen muy falsa, pero las historias contribuyen.
Incluso hubo una época, sobre todo en la ficción televisiva y relacionada yo creo con aquella ideología americana, de crear una programación con los contenidos menos objetables. La televisión generalista buscaba, no tanto satisfacer, sino no molestar. Para evitar ese rechazo, sea cual sea eso que entendían por rechazo, yo creo que se buscaba que fuese un sitio neutro. Ese lugar era Madrid, o se entendía que era Madrid, pero no salía Cibeles, el Santiago Bernabéu o el Rastro. Era solo “la ciudad”.
Y la gente no tenía acento de ningún sitio. Era un espacio neutro y unos orígenes neutros. Pero claro, eso significa perder una diversidad muy interesante. El cine norteamericano, o sobre todo el inglés, perdería muchísimo sin los acentos. Yo creo que el poder jugar con los sitios es bueno, y a lo mejor lo hacemos de una manera pintoresquista, a lo mejor vamos al estereotipo. Puede haber riesgos, pero creo que es mejor hacer que el escenario importe y condicione.
Darío Grandinetti y Jorge Coira durante el rodaje de Hierro (Fotografía de Jaime Olmedo)
Creo que por alguna razón, la localización de las historias destaca especialmente en el thriller. ¿Estás de acuerdo?
Todo eso tiene también que ver con que el género negro tiene mucho de costumbrismo, en el buen sentido de la palabra, y de ser un retrato social. Pasa en cine pero sobre todo ocurre en literatura. Las novelas de Petros Márkaris cuentan muy bien la Grecia de finales del XX y principios del XXI. Las novelas de Camilleri son esa Sicilia, las de Wallander son Suecia. Y todo tiene que ver con la importancia de instituciones tan fuertes como la policía, la justicia, el crimen… Es más un retrato social que un retrato intimista, por eso el escenario importa más.
Hierro es un thriller pero tiene claros tintes de comedia. ¿Ese tono surge escribiendo los diálogos o lo tienes presente desde que empiezas a estructurar la historia?
El tono, aunque no esté descrito, sobrevuela desde el principio de todo, incluso en la sinopsis. El tono está antes que ninguna otra cosa. La aspiración es trabajar desde los personajes y las situaciones que los confrontan. En ese sentido, el humor es un ingrediente tan normal como lo es la tensión. Muchas veces cuanto más conflictiva y dramática es una escena, más natural es que surjan ahí destellos de humor, sin frivolizar o banalizar la situación. A mí me gusta que eso ocurra sin que se note que alguien ha colado ahí un chiste, que salga de forma natural.
Por ejemplo la relación Díaz - Candela está llena de eso. Otros personajes como Bernardo o Braulio, muy diferentes entre sí, llevan comedia de manera natural.
Matías Varela y Jorge Coira durante el rodaje de Hierro (Fotografía de Jaime Olmedo)
Haber trabajado ya con esos actores en la primera temporada, y que ellos ya conozcan a los personajes, ¿ha hecho que ese tono sea más fácil de construir? ¿Han sabido aportar matices?
La serie no se construye en el guion, sino que hay aportaciones en todas y cada una de sus fases. Cuando se está rodando, muy especialmente en el trabajo de dirección con los actores, surgen cosas que te sorprendes y dices, “Uy, ¡pa' dentro!”. Cosas que no estaban escritas pero quedan fenomenal.
Entonces claro, una segunda temporada significa que no partes de cero. Hay muchas cosas que ya vienen dadas; personajes, ambientación y, más importante, tono. Una de las cosas más esenciales es que todos estemos haciendo la misma película o serie. Esto es más fácil cuando ya todos sabemos que la jueza Candela es Candela Peña, que actúa de una manera, Díaz es Darío Grandinetti, que actúa de esta otra, la isla ya conocemos cómo es, y ya sabemos cómo nos gusta contar la historia. Eso significa empezar con buena parte de los deberes hechos.
Candela Peña durante el rodaje de Hierro (Fotografía de Jaime Olmedo)
Ya que hablamos de personajes, ¿hay algún referente que tuvieses a la hora de crear a Díaz y Candela?
A veces da corte porque puede parecer presuntuoso y no pretendo compararme con los grandes. Pero por ejemplo, en el caso de Díaz, creo que ese personaje puede tener que ver con los de Elmore Leonard. Otro referente, más inconsciente que consciente, es el caso de Happy Valley. Hay algo muy interesante ahí; alguien que es al mismo tiempo fuerte y vulnerable. Eso no es contradictorio, y de hecho, suele ser así.
Y otro que les afecta a los dos es el mundo de Dennis Lehane, que tiene que ver con los dilemas morales, qué es lo correcto y qué no lo es. Ese me parece un temazo.
Fotograma de Hierro
¿Qué ha sido lo más complicado de escribir en esta segunda temporada?
Había tres dificultades principales y la primera era no repetirse. Había que encontrar una historia que nos permitiese prolongar un tándem que era el gran motor de la primera temporada. Esa relación tan frágil e improbable de Díaz y Candela que se mueve entre la complicidad y el antagonismo.
Otra dificultad era algo que también estaba en la primera temporada: poder combinar la violencia profesional y criminal con aquella que surge del drama y del conflicto emocional.
La tercera dificultad que teníamos era retratar a personajes que fuesen netamente negativos, tóxicos, y que no pareciesen caricaturas. Esto tiene que ver con una reflexión que hice de partida que era… hay gente tóxica. Simple y llanamente mala. Eres afortunado si te encuentras pocos y desafortunado si te encuentras muchos. Queríamos retratar eso sin maniqueísmos, siendo conscientes de que es un tipo de personaje muy frecuente en la ficción e intentando no caer en el estereotipo.
Fotograma de Hierro
Hablando de dificultades; el rodaje se tuvo que adaptar a la pandemia, ¿hasta qué punto lo tuvo que hacer el guion?
Creo que no le afectó, y si lo hizo fue, salvando las distancias, para bien. Una semana, poco antes del estado de alarma y con el rodaje empezado, tenía una urgencia muy, muy grande por acabar de escribir el último capítulo. De hecho, fue estando en el Hierro cuando terminé de ver cómo hacer el final. Y de repente, esa urgencia desapareció de un plumazo. Algo mucho más grave que la producción de una serie estaba teniendo lugar. Al principio, claro, costaba mucho concentrarse. Había otras preocupaciones, pero luego se convirtió en la oportunidad de trabajar el final con más tiempo, calma y diálogo. Eso fue bueno para nosotros.
Uno de los problemas que pudieron existir es que al final de la temporada hay algunas secuencias que requerían un gran número de figurantes. Al final se tuvo que jugar con efectos digitales. Yo temblaba, porque si había que encontrar una alternativa a estas secuencias, no tenía ni idea de cuál sería.
Fotograma de Hierro
¿Qué es lo que más te atrae de esta segunda temporada? ¿Hay algo a lo que no podrías renunciar?
Para mí lo más valioso es entrar en el mundo de las tensiones familiares. Creo que tiene un gran valor. Y hay otra cosa a la que pudimos asomarnos y que ojalá lo hubiésemos hecho más porque me parece muy divertido: el drama judicial. Es algo interesantísimo, no me extraña que hayan salido cosas como B, que es símplemente la reproducción de una jornada en una sala de vistas. Un juicio es un drama por excelencia.
¿Hay algo en tu vida personal que te haya inspirado a la hora de escribir esta segunda temporada?
Yo vengo de una familia bastante grande con la fortuna de tener muy pocos conflictos, con un rollo de pertenencia bastante fuerte. A mí me recuerda a veces, salvadas todas las distancias, al mundo de Chéjov. Por otro lado, yo recuerdo bien los años de la adolescencia y situaciones de amigos que estaban pasándolo muy mal en sus casas. Lo que hay detrás de la puerta de cada hogar puede ser un auténtico infierno, un infierno que existe gracias a que los lazos familiares son muy fuertes, para bien y para mal. Aunque ya digo, me considero muy, muy, muy afortunado con la familia que me tocó.
Fotograma de Hierro
Hay una estrategia que os ha funcionado muy bien y me parece bastante arriesgada. La elipsis. A veces nos vamos de las escenas antes de lo que esperábamos. ¿Cómo sabes que no lo estás haciendo demasiado pronto?
En general solemos pecar mucho más de meter cosas que de sacarlas. Creo que sacando cosas suele mejorar. La gracia de la escritura consiste en que tú gestionas una información y tienes que decidir cómo se la vas aportando al espectador o al lector. ¿Cuándo damos la información?, y por tanto, ¿cuándo la ocultamos? ¿Hasta qué punto le explicas que le estás ocultando algo, o le sorprendes descubriéndole después que se lo estabas ocultando?
Hay una cosa que también me parece muy interesante y que me gusta mucho hacer; cambiar el punto de vista. Teníamos muy, muy claro que aunque pudiera parecer una historia de detectives clásica, y me refiero a que se produce un crimen y alguien tiene que investigarlo, no íbamos a acompañar siempre al mismo personaje. Por supuesto que hay esa figura central, en este caso algo muy curioso del sistema español que es el juez instructor, pero no estamos siempre con él. Al menos estamos con dos o tres puntos de vista, cuando no alguno más. Y claro, si ese cambio lo sabes jugar, está lleno de sorpresa.
Simplemente el hecho de quedarse con alguien te hace preguntarte; “¿por qué estoy con este? ¡Teóricamente lo importante estaba en el otro lado! Si me he quedado con este es porque será importante…”. Esto puede ser una manera muy eficaz de generar tensión. Lo que hay que intentar es que en cada momento esté ocurriendo algo interesante, lo cual no significa que en cada momento ocurra algo que alimente la trama principal. Me gusta que haya cosas que no tengan una consecuencia directa en la persecución de los objetivos del protagonista. Pero sí que sea interesante. Otra cosa que consigues es algo que el espectador o el lector agradece mucho, y es esta de no saber qué viene a continuación. Y que cuando te lo encuentras dices, “¡ah claro, es lógico!”
Fotograma de Hierro
¿Qué es lo que más has disfrutado escribiendo Hierro?
Llevo bastantes años escribiendo, pero con Hierro, de pronto, no tenía que estar atado a un formato. Es algo en lo que puedo estar cómodo, pero es genial la sensación de poder construir una historia de trescientos minutos, como creamos entre todos que debemos hacerlo, sin fijarme en qué porcentaje iba a ocurrir en plató o exterior, en cuántas secuencias va a aparecer tal personaje, etc. No pensar en todo ese tipo de cosas, que por otro lado pueden ser maravillosas, y pensar solo en lo que es mejor para la historia. Es un lujo.
¿Un consejo para jóvenes escritores?
Para mí lo más importante es que cada momento sea interesante, que esté lleno de significado, que te preguntes si merece la pena volver a decir algo y por qué. ¿Simplemente por ser más claros? En ese caso yo no lo haría. El espectador es muy inteligente, mucho, y no le gusta que le expliquen demasiado. No necesitamos que nos insistan. También aconsejo algo que dice mucho Jorge, el director de la serie: respetar a los personajes. No obligarlos a hacer lo que el personaje no haría.
Cuestionario MILANA: ¿Cuál sería la película/serie…
… que verías por enésima vez?
El maquinista de La General, de Buster Keaton (1926)
… para ver de resaca?
Las vacaciones del Sr. Hulot, de Jacques Tati (1953)
… que nos recomendaría la jueza Candela Montes?
Las reglas del juego, de Jean Renoir (1939)