Se cumplen 15 años del estreno de Rockefeller Plaza (30 Rock en EE.UU., 2006-2013), la sitcom creada y protagonizada por Tina Fey, junto con Alec Baldwin, Tracy Morgan y Jane Krakowsky. La serie sigue las aventuras de los empleados de un programa ficticio de sketches de la NBC, capitaneados por la guionista Liz Lemon, interpretada por Fey. 30 Rock, cuyo título proviene de la dirección real del canal de televisión (el número 30 de Rockefeller Plaza en Nueva York), parodia la estructura del gigante televisivo, basándose en gran parte en la experiencia de Tina Fey en el Saturday Night Live (Lorne Michaels, 1975-).
Liz Lemon es, como decíamos, la jefa de guion de The Girlie Show, donde su amiga Jenna Maroney (Jane Krakowsky) es la estrella. Pero cuando Jack Donaghy (Alec Baldwin) pasa a ser directivo de la cadena y contrata al alocado Tracy Jordan (Tracy Morgan), los dos intérpretes comienzan una lucha de egos, y The Girlie Show pasa a ser TGS with Tracy Jordan. De esta premisa parte Rockefeller Plaza para darnos unas lecciones sobre el mundo de la televisión y sobre todo, hacernos soltar más de una carcajada en voz alta.
Parodia, actualidad y meta-televisión
Tracy Jordan y Liz Lemon en Rockefeller Plaza
Rockefeller Plaza es una serie sobre el mundo de la televisión, y eso queda claro desde el minuto cero. Como espectador no estadounidense o no experto televisivo, o incluso no contemporáneo de la serie, lo normal es perderte unas cuantas (muchas) referencias. Porque la serie no solo hace comentarios sobre los propios programas y estructura de la NBC, también sobre temas de actualidad del momento en el que se emitía.
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Pero, aunque nos perdamos detalles, los temas generales siguen más vivos que nunca: todavía quedan en televisión ejecutivos como Jack Donaghy, que es una especie de Berlusconi a la americana dispuesto a darle a la audiencia “lo que pide” para hacer dinero. Y, gracias a Dios, también hay Tina Feys que quieren salir de los estereotipos impuestos a las mujeres y luchan por romper con esa dualidad “mujer guapa y tonta” (Jenna en la serie) o “mujer solterona y buena profesional” (la propia Liz).
La sitcom funciona como serie de nicho, como café para muy cafeteros, pero también funciona a otro nivel, para espectadores no iniciados, simplemente porque es muy graciosa. Y porque tiene unos personajes que funcionan.
La fauna de la NBC
La improbable amistad entre Jack y Liz es una de las claves de la serie
Otra de las claves del éxito de la serie son sus personajes. Primero, porque gran parte de ellos están basados en los propios actores, y se aprovechan de ello. Alter egos perfectos para actores conocidos: el triunfo de lo meta.
Y segundo, porque funcionan genial como contrapuntos unos de otros: Liz Lemon es exitosa en su trabajo pero no dejan de echarle en cara que sea una treintañera soltera, no del todo guapa y un poco desastre, y choca con Jack Donaghy: rico, exitoso, guapo y triunfador con las mujeres. Esa amistad, ese amor-odio va construyéndose poco a poco y vertebra toda la serie.
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Jenna Maroney y Tracy Jordan, como actores y “estrellitas”, también colisionan: ella una guapa pero ya no tan joven diva de la televisión, y él un excéntrico tipo con problemillas. Los dos tienen sus caprichos y sus inseguridades.
Y luego está el maravilloso Kenneth Parcell (Jack McBrayer), un conserje de la cadena que se dedica a hacer tours del estudio y vive por y para la televisión. Un personaje que empezó siendo secundario y fue tomando peso hasta ser clave al final de la serie. Todos los personajes, que parten de estereotipos, terminan teniendo una complejidad y una profundidad que dota de muchos matices a Rockefeller Plaza.
30 Rock nos ha dado cosas como el meme de Steve Buscemi tratando de integrarse entre la juventud
Chistes, chistes, chistes
Estos personajes se estiran hasta el absurdo, y también las situaciones, que llegan a ser increíblemente surrealistas. Con un ritmo vertiginoso de chistes, la trama horizontal no es lo más importante —aunque las relaciones entre personajes evolucionan y mantienen la intensidad emocional de la serie—, lo más importante son los chistes. Pero también con estos experimentaron formalmente. Llegaron a grabar un par de capítulos en directo, se inventaron canciones y hasta formatos televisivos: los fans de la serie recordaréis MILF Island.
Rockefeller Plaza mostró los intrincados mecanismos de la industria televisiva, con sus intereses y sus contradicciones, y lo hizo autoparodiándose, con cameos de lujo y con muchísimo humor. Fue una declaración de amor a la televisión desde dentro.
Aunque no llegó a triunfar en España —se emitió en La Sexta sin mucho éxito—, batió récords en los Emmy y es ya un clásico entre las sitcom modernas, y también entre las series sobre el mundo de la televisión. No nos hemos olvidado de Liz Lemon.