«-Es una tontería. Son cosas de niños.
-A mí me interesa. Soy una niña.»
Petite Maman
La semana pasada se estrenó en España Petite maman, la nueva película de Céline Sciamma, directora de Retrato de una mujer en llamas (2019), Girlhood (2014) o Tomboy (2011). Es una película pequeñita, literalmente: dura apenas una hora y cuarto. Sus personajes se pueden contar con los dedos de una mano y todo ocurre en una casa y sus alrededores, pero es una historia preciosa sobre el duelo, la amistad y una madre y una hija.
Es difícil comprender la muerte. Aún más si es la primera muerte cercana y tienes ocho años. La abuela de Nelly acaba de morir y ella va con sus padres a vaciar su casa. Nelly se preocupa por su madre, que está triste, y a la vez trata de imaginarla siendo una niña en esa casa que ahora está vacía. A partir de aquí, aviso, puede haber algún spoiler.
Tu madre también fue niña
Fotograma de Petite maman.
Hay una grieta insalvable entre padres e hijos (y aquí especialmente entre madres e hijas): por muy buena relación que tengan, por mucho que se quieran, no van a ser amigas, porque nunca va a ser una relación entre iguales. Se lo decía Lady Bird a su madre: “ya sé que me quieres, ¿pero te caigo bien?” (Lady Bird, Greta Gerwig, 2017). Ni siquiera Lorelai y Rory Gilmore, las amigas madre e hija por excelencia, pueden escapar a ciertas dinámicas.
Por eso es tan interesante el ejercicio que propone Sciamma: ¿hubieras sido amiga de tu madre si os hubieseis conocido con ocho años? Probablemente sí.
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Decíamos que Nelly comienza a imaginarse a su madre como niña cuando llegan a su casa de infancia. Ve sus antiguos cuadernos del colegio: era mala en ortografía, pero dibujaba bien. Le cuenta qué sombras de su habitación le daban miedo, aunque le quita importancia: “son cosas de niños”. “A mí me interesa”, le responde Nelly. “Soy una niña”.
Y, cuando su madre no aguanta más en esa casa y se va, Nelly se encuentra a una niña muy parecida a ella, que responde al nombre de su madre y vive en su misma casa. Ahí comienza el juego de la película: como espectador, tratas de entender si es un relato fantástico, si es una metáfora, si es su imaginación. Pero hay que rendirse.
El mundo de los mayores
Fotograma de Petite maman.
Hay que ver esta película con mirada infantil, que es con la que está hecha. Hay que rendirse a la listísima Nelly, que trata de comprender el mundo adulto desde su pequeño universo infantil. Como una especie de Verano 1993 (Carla Simón, 2017) en el bosque de Donde viven los monstruos (Spike Jonze, 2009), Petite maman cuenta mucho con muy poco.
Pero si la Frida de Verano 1993 pasaba toda la película contenida, tanteando las aguas del mundo de los adultos, sin saber muy bien cómo comportarse, la Nelly de Petite maman tiene una mirada tan despierta, tan inteligente y tan perceptiva que dan ganas de decir que es una mirada adulta, pero no. Es un tipo de inteligencia infantil, una intuición inocente que le hace saber cuándo los demás necesitan un abrazo o le permite no dudar cuando le ocurren cosas extraordinarias, que escapan a la lógica, como encontrarse a su madre de niña en el bosque.
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En su inocencia, Nelly y su madre-niña Marion sueltan unas frases lapidarias que podrían hacer derrumbarse a cualquier adulto: “Tú no inventaste mi tristeza”, le dice Marion a Nelly, que está preocupada por entristecer a su madre. “A veces, los secretos son secretos solo porque no tienes a quién contárselos”, le dice también.
El duelo propio y el heredado
A través de esos juegos y esas conversaciones lidia Nelly con todo lo que está pasando en su familia: con no haberse despedido de su abuela, ni de su madre, que no está segura de si volverá. Nelly está un poco sola porque los adultos de su alrededor no están bien, y se ve forzada a comenzar a entender la ausencia.
Y en ese juego de espejos que se va generando en la película, con las dos niñas casi iguales, va mostrando Sciamma la intimidad entre dos niñas, esa que se crea casi sin palabras, solo a través de juegos, miradas y risas. Ese universo íntimo de las mujeres que tan bien refleja la cineasta francesa.
Fotograma de Petite maman.
Porque Sciamma relata la intimidad como nadie. Es difícil de olvidar una de las primeras escenas de la película, un primer plano de la madre en el coche, con Nelly dándole gusanitos a la boca, luego un trago de zumo, y finalmente un abrazo. Pero también hay escenas de la niña con su padre, ayudándole a afeitarse, y con su nueva amiga, con quien llega a entenderse mucho muy rápido.
No suena música en Petite maman; la banda sonora la conforman los sonidos del bosque que rodea la casa, hasta que, justo antes de despedirse, Nelly le muestra a Marion la “música del futuro”, y reman juntas en un barco mientras suena la única canción de la película. Ellas se lo pasan bien y nosotros, como espectadores, tenemos nuestro momento de catarsis, que culmina en la última escena y ese abrazo final en el que se oyen varios sollozos en el cine.