Edgar Wright acaba de estrenar Última noche en el Soho, y hay muchas razones por las que esta peli merece ser vista y disfrutada. No hay mejor manera de hacerlo que en una sala de cine, así que si puedes, deja de leer este artículo y ve a verla, porque no creo que dure mucho en salas, y es una auténtica pena.
Si aún sigues aquí, imagino que es porque con un pequeño párrafo no habré sido capaz de convencerte de que vayas a verla, así que déjame intentarlo un poco más. ¿Por qué debes ir a ver Última noche en el Soho?
El reparto
La razón más sencilla: porque sus dos protagonistas son alucinantes. Thomasin McKenzie y Anya Taylor-Joy se salen. Ambas están en una trayectoria ascendente que parece imparable, y esta película no se queda atrás comparada con sus otros proyectos. El éxito de Anya Taylor-Joy con Gambito de dama (Scott Frank, 2020) habla por sí solo, sin embargo, el ascenso de Thomasin McKenzie ha sido más silente. Su papel como Elsa, la refugiada judía de Jojo Rabbit (Taika Waititi, 2019) la puso en primera plana, pero ya había tenido otro rol protagonista en la peli Leave no Trace (Debra Granik, 2018), en la que hacía una pequeña maravilla junto a Ben Foster. En Última noche en el Soho, ambas están increíbles como dos caras de la misma moneda: Anya, fría y dura, y Thomasin, sentimental y frágil.
Fotograma de Última noche en el Soho
El estilo
Otra razón es el diseño, tanto artístico, como directivo, fotográfico y sonoro. Edgar Wright ya venía con un estilo muy marcado, con películas muy formalistas que ponían en valor la forma de contar las historias, pero en esta película se multiplica y se puede ver la influencia de todos sus proyectos anteriores en ella. Conserva la marcada planificación y montaje que demostraba con la maravillosa trilogía del Cornetto (Zombies Party, 2004; Arma fatal, 2007 y Bienvenidos al fin del mundo, 2013), con la que realzaba su espléndido humor inglés, pero en este caso lo utiliza para remarcar la incomodidad del thriller psicológico que es Última noche en el Soho.
Traía de Scott Pilgrim contra el mundo (Edgar Wright, 2010) el atrevimiento a la hora del uso de efectos, en aquel caso para darle un toque de videojuego o cómic, haciendo honor a la obra que adaptaba. Esta vez hace que los sueños espirituales de su protagonista sean un lujo visual, jugando con los reflejos de un personaje para ver al otro y creando una atmósfera fantasmagórica en la que se van creando monstruos. Finalmente, arrastra de su última película Baby Driver (Edgar Wright, 2017) un diseño sonoro muy detallado y tratado con mucho cariño y cuidado, en el que si te paras a oír la historia descubres pequeños detallitos y sutiles entrelazados maravillosos.
Imagen promocional de Baby Driver
El atrevimiento
La última razón es que Última noche en el Soho es una película muy atrevida. Edgar Wright se la ha jugado, dando un giro técnico de 180 grados: hasta hoy solo había hecho comedias y pelis ligeras, saltando con Última noche en el Soho al thriller con toques de terror, pero consiguiendo mantener un estilo muy propio. Es una sorpresa enorme, que, sin embargo, no se siente extraña, porque conserva en su estilo su marca autoral, sin necesidad de atarse a un género, lo que la hace admirable. A través de sus dos personajes protagonistas la película también muestra las dos caras de la misma moneda: en la cara que ya conocíamos está su estilo de dirección y diseño de producción, y en la desconocida, está el cambio dramático de género al thriller psicológico.
Y se quedan en el tintero muchas otras razones por las que ir a ver la película, como su juego de lentes, saltando de esféricas a anamórficas dependiendo del personaje al que seguimos, o su gran representación de problemas reales. Pero no os voy a entretener más, porque espero haberos convencido ya de que vayáis al cine, para disfrutar de Edgar Wright y disfrutar de Última noche en el Soho.
Fotograma de Última noche en el Soho