‘La primera profecía’: la llegada del anticristo a la tierra y de una reina del terror al cine
En 1976 Richard Donner marcaba a toda una generación de cineastas con La profecía, y, este 5 de abril, casi 50 años después, Arkasha Stevenson recupera esos míticos personajes con La primera profecía. No es algo raro en una industria que parece tener claro que cuanto mayor sea el número que tiene delante mayor será su probabilidad de éxito. Diez entregas en el caso de Saw, once en el de Fast and Furious y hasta trece —camino de catorce— en el de Halloween. Entre tantos reboots, spin offs, secuelas, precuelas, recuelas, intercuelas y cualquier otro prefijo que se nos ocurra, cabe preguntarnos: ¿de verdad hacía falta una entrega más?
Con la precuela de La primera profecía son siete las ficciones basadas en este universo y, después de tantos intentos, algunos mejores que otros, Arkasha Stevenson demuestra que no, no hay ningún problema en volver a las glorias pasadas del terror. Por supuesto que necesitamos historias originales, pero el problema de las franquicias no son las franquicias, es el miedo a reconstruir con una mirada verdaderamente nueva las historias que nos marcaron.
«Para hacer una precuela exitosa, sabíamos que tendríamos que presentar una película que pudiera mantenerse por sí misma y tener su propio mensaje, su propia voz y su propia estética, sin dejar por ello de lado el homenaje que queríamos rendirle a la primera».
Stevenson arroja un rayo de luz y demuestra que aún no se había contado todo. O mejor dicho, no lo había contado quien lo tenía que contar.
El cine de terror que nos hemos estado perdiendo
Hay algo en las últimas películas de terror como Crudo, Candyman, Muerte, muerte, muerte o El extraño que sabe diferente. En parte son los personajes, muchas veces con más sensibilidad, que existen al margen de la historia de terror y por los que de verdad tememos. En parte son las historias, lejos de giros manidos y de lugares comunes refritos. O tal vez sea solo el hecho de que cuando colocas delante de tu cámara a una Scream Queen como la alucinante Nell Tiger Free, no se te va la mirada a una camiseta ridículamente corta y unas tetas mojadas en sangre. Es decir, la persona que hay detrás de la cámara ya no es un señor más preocupado de sexualizar a la protagonista que de contar una buena historia.
«El tema de nuestra película es el cuerpo femenino violado desde dentro hacia fuera. Si íbamos a hablar del horror del cuerpo femenino, íbamos a hablar de la reproducción forzada, y tenemos que ser capaces de mostrar el cuerpo femenino bajo una luz no sexualizada».
Arkasha Stevenson
Arkasha Stevenson, Julia Ducournau, Nia DaCosta, Halina Reijn, Chloe Okuno… Todas ellas saben que llevamos cien años de historia de género ignorando miradas como las suyas, y, siendo sus películas absolutamente diferentes entre sí, cuando te sientas en la butaca sin saber quién dirige esas imágenes, es evidente que hay algo que se respira diferente.
Fotograma de La primera profecía
Y con esto no me refiero a que solamente esquiven los errores que otros directores llevan cometiendo años, sino que además son capaces de traer siempre algo nuevo. Es un cine que disfruta de tener tantísimos referentes detrás, de apoyarse en ellos y de agradecerles tantas horas de diversión, pero que, al mismo tiempo, sabe que, para hacer otra vez la misma película, era mejor no hacerla.
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Con Crudo Julia Ducournau construye un coming of age sangriento, dando una dimensión totalmente nueva a las historias de vampiros y monstruos adolescentes, con Muerte, muerte, muerte Halina Reijn le da una vuelta paródica y fresca a los slashers, con El extraño Chloe Okuno construye un asesino en serie de carne y hueso, sin máscaras y tan real y aterrador como la vida misma… De haber imitado a sus referentes le habrían hablado a los espectadores de los años 70 y 80, y lo que estas directoras han conseguido es evolucionar el lenguaje del cine y conectar directamente con la realidad de nuestro siglo.
Lo que nos podemos preguntar ahora es, ¿cómo lo ha hecho Arkasha Stevenson?
La original mirada de Arkasha Stevenson
Arkasha Stevenson bebe con La primera profecía del body horror, encontrando en el cuerpo de las mujeres y, sobre todo, en su abuso y violación, la esencia de esas imágenes tan impactantes. Y lo hace porque es consciente de que el terror es mejor cuando refleja los miedos de una sociedad.
Fotograma de La primera profecía
Sabe que veremos con impotencia cómo algo tan monstruoso utiliza y desecha el cuerpo de la protagonista y que sufriremos con ella como, tal vez, no ocurriría del mismo modo hace 50 años. De ahí que rodee la historia de una juventud italiana que se revela y manifiesta contra el poder en los 70, o de la castración eclesiástica a los cuerpos femeninos. Porque aunque nos quede lejos, sabe qué paralelismos encontraremos con nuestra sociedad actual.
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Eso sí, La primera profecía no ha venido aquí para abrirle la mente a nadie ni hacer pedagogía. Arkasha Stevenson solo utiliza nuestros miedos actuales para hacernos pasar auténtico terror, para alzarse como una auténtica genio del género y, sobre todo, para darnos un buen monstruo, unos buenos chorros de sangre y un par de muertes divertidas con las que pegarnos al asiento y apartar la vista.
Fotograma de La primera profecía
Hablo de escenas como la de Nell Tiger Free comiéndose la pantalla con esos gritos desconsolados en mitad de unos disturbios —una referencia maravillosa a La posesión de Andrzej Zulawski, que ya se ha convertido en un icono del terror moderno—. Stevenson sabe que el género bebe de imágenes icónicas memorables, eso ha buscado y eso ha conseguido: la cabeza de la protagonista como si fuera la de Medusa, esa mano monstruosa naciendo en un parto sangriento —y que costó un año y medio que Disney aprobara—, esas velas en la iglesia con forma de dientes a punto de comerte… Imágenes que, como la esencia de la película, beben de sus referentes para crear algo original.
«Hay también algo relacionado al ritmo de los personajes. Los personajes de las películas emblemáticas, como La profecía, El exorcista y La semilla del Diablo, se toman su tiempo para servir la mesa y darse a conocer, para que entiendas por qué son como son y cómo reaccionan después. Es decir, no se puede hacer una película en Italia que no esté inspirada en los reyes del giallo. Así que fue muy divertido jugar con eso.»
Arkasha Stevenson
Es por eso que da igual que de nuevo nos encontremos a monjas aterradoras, niños pequeños dibujando escenas grotescas o un nuevo embarazo demoníaco. Cada elemento de nuestro imaginario colectivo en el cine de terror luce, ante la aterradora cámara de Arkasha Stevenson, como si fuera la primera vez que lo vemos. O tal vez no la primera, pero al menos vista con unos ojos que hasta ahora nunca se habían puesto delante de la cámara. Ya iba siendo hora.
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