La serie Superstore (Justin Spitzer, 2015-2021) cumple hoy un año de su final y en Milana aún no lo hemos superado.
La sitcom trata la historia de un grupo de trabajadores de un supermercado y sobre cómo, con el paso de los años, evolucionan, cambian y mejoran sus vidas. Sí, de primeras no suena muy interesante. Pero, bueno, ¿lo hacía The Office (Greg Daniels, 2005-2013)? Parece que el secreto de este tipo de series sea coger el trabajo más aburrido y mundano que existe, inyectarle personajes y tramas que le den sentido, y verlos crecer lentamente. Hacen un poco lo que intentamos todos con la vida, ¿no? Coger limones y hacer limonada (Beyoncé, por favor, no me demandes).
Es por esto que hoy, un año después de su despedida, queremos hablar de los puntos fuertes de una serie como Superstore, y de por qué deberías verla si aún no lo has hecho.
La pelea desde dentro
Superstore hace algo a lo que no estamos muy acostumbrados en las comedias: una crítica social muy grande, directa y sin miramientos. Empezamos la serie viendo cómo los dependientes de Cloud 9 están sometidos a malos horarios, peores condiciones de trabajo —sin bajas por maternidad ni seguro médico— y, encima, maltratados por esos jefazos en traje que ignoran todas sus quejas. Los tratan como si fueran reemplazables —porque lo son— y como si sus derechos fueran inexistentes —porque lo son—. Pero desde el principio Superstore también introduce algo que lo cambiará todo. De la mano del personaje de Jonah, tanto nosotros como los personajes de la serie entendemos la importancia de quejarse y de pelear desde dentro para que ocurra un cambio.
Imagen promocional de Superstore (Netflix)
Es gracias a ese bienintencionado y políticamente correcto de Jonah que personajes como Amy —incorruptible y hastiada de su vida— se miran un día al espejo y reconocen que sí, que quizás ellos también se merezcan algo más. Y entonces ocurre el efecto dominó que es tan real como la vida misma: Amy cambia su actitud, y todos empiezan poco a poco a hacerlo también. Así todos se suman al final a esa especie de vendetta contra Cloud 9 que se traduce en, simplemente, la búsqueda de algo mejor. Y en este caso son derechos laborales, pero el mensaje es uno claro: no aguantes por el simple hecho de que es cómodo. Con sus tramas sobre sindicatos —que a veces generan tal tensión que parece que estén tratando temas de importancia mundial— vemos cómo intentan mejorar. Y a nosotros también nos entran ganas de hacerlo.
La familia encontrada
Una de las máximas aceptadas a la hora de crear una serie de comedia es la necesidad de que los espectadores sintamos que los personajes son, de forma directa o indirecta, familia. Esta es una de esas “tropas” o cualidades generalizadas que se han reforzado en los últimos años con series como Unbreakable Kimmy Schmidt (Tina Fey y Robert Carlock, 2015-2019), Brooklyn 99 (Dan Goor y Michael Schur, 2013-2021) o The Good Place (Michael Schur, 2016-2020), pero que también se dieron hace más tiempo en Friends (Marta Kauffman y David Crane, 1994-2004) o Cómo conocí a vuestra madre (Carter Bays y Craig Thomas, 2005-2014), y en españolas como Aquí no hay quien viva (Iñaki Ariztimuño, Alberto Caballero y Laura Caballero, 2003-2006). Estos personajes no comparten lazos de sangre pero, debido a la convivencia forzada —ya sea porque literalmente viven en el mismo edificio— y a motivaciones similares —porque trabajan en la misma oficina—, se ven obligados a vivir sus vidas con estas personas que, aunque a primera vista parecieran incompatibles, acaban convirtiéndose en casi familia.
Cheyenne y Mateo en Superstore (Netflix)
Desde Mateo encontrando en Cheyenne a una especie de alma gemela, Garrett y Jonah compartiendo piso y convirtiéndose en reacios mejores amigos, o Amy y Dina apoyándose la una en la otra de formas inesperadas, los protagonistas de Superstore no necesitan a nadie más fuera de su círculo de trabajo. Y nos lo creemos, aunque todos sepamos que no es realista; lo aceptamos porque nos reconforta la idea de que un grupo de personas completamente ajenos a nosotros decida estar ahí, una y otra vez. Nos gusta ver cómo estos personajes hacen locuras para que uno de ellos no sea deportado, o para que otra pueda tener baja de maternidad. Finalmente, la familia que encuentran entre ellos se acaba convirtiendo en familia para nosotros también.
De lo pequeño a lo grande
Superstore es una sitcom de las de toda la vida: con varios sets de rodaje que se reutilizan continuamente, un grupo de protagonistas coral que juega entre sí para crear comedia, y seis temporadas con veintipico episodios cada una que se vuelven borrosas cuando la ves de un tirón. Y podría perderse como una más en un mar de sitcoms, pero es gracias a sus largas temporadas y a su pequeño gran grupo de personajes que consiguen sorprendernos todo el rato.
Secundarios de Superstore (Netflix)
Personajes que empiezan unidimensionales como Dina o Mateo acaban teniendo personalidades muy marcadas, motivaciones y objetivos claros. Las crisis emocionales y vitales que sufren inicialmente Amy, Jonah o Glenn acaban siendo claras tramas de temporada y puntos de giro relevantes. Y esos secundarios que llevan apareciendo desde el principio y soltando graciosos one-liners acaban cobrando relevancia con el paso del tiempo y acabamos cogiéndoles el mismo cariño que a los protagonistas.
Crear una serie de comedia que dure tanto tiempo es, hoy en día, casi imposible. No podemos negar que el contenido que consumimos —y por ende, el que nos llega—, es uno masticado y listo para digerir. Sin embargo, series como Superstore revivieron ese género que fue tan famoso en los 90 y al principio de los 2000, y que tanto nos gustaba. Consiguiendo hacerlo, además, con sobresaliente. Y es por todos estos motivos que creemos que deberías darle una oportunidad a Superstore.
Puedes ver Superstore en Netflix.