Hoy vuelve a los cines, de la mano de Licorice Pizza, una de las figuras más relevantes del cine contemporáneo. Su caligrafía estética, su cautivador sentido de la cinética y su habilidad para captar las conexiones humanas hicieron de Paul Thomas Anderson un director consagrado casi desde el inicio de su carrera. El director y guionista, natural de Los Ángeles, vuelve con esta nueva entrega cinematográfica a su Valle de San Fernando, con la promesa de contar una nueva emotiva historia de amor.
Pero este no es un artículo sobre Licorice Pizza. Hoy, en Milana, vamos a hablar de películas largas, frenéticas y llenas de espectaculares momentos emotivos. Como no puede ser de otra forma, hablaremos del cine de Paul Thomas Anderson. Eso sí, sin spoilers.
Personajes, personajes y más personajes
Desde la estructura narrativa hasta la propia estética de su filmografía, Paul Thomas Anderson pone el foco de atención en sus personajes. El interés del realizador y guionista al contar sus historias empieza y acaba con las relaciones interpersonales.
Fotograma de Magnolia
Esta obsesión radica, entre otras cosas, en la relación del cineasta con su propio padre, apoyo y referente emocional de Anderson. A raíz de esta relación de admiración, el director acude de forma recurrente a distintas variaciones del “hijo conoce a padre”, explorando, de la mano de sus personajes, lo que significa aprender de y crecer junto a otra persona. Desde los comienzos de su carrera como director, con Sidney (1996) hasta monumentales películas como Magnolia (1999) o The Master (2012), Paul Thomas Anderson ha tejido complejas redes entre personajes que buscan un camino y otros dispuestos a mostrárselo, con todo tipo de dinámicas y resultados.
Sin embargo, a pesar de estar en primer término de forma constante, las relaciones padre-hijo no son las únicas que desarrolla el director estadounidense. Anderson plantea temas como la soledad y el amor de formas únicas y crudas, con suficiente espacio para desarrollarlos. Como vehículo para estos temas no plantea personajes pequeños que queden relegados a segundos términos, sino que estos mueven la macrohistoria a golpe de emoción personal.
Es por esto que Anderson cuenta en su filmografía con no pocas películas de larga duración: al configurar la estructura de cada película de forma coral, con un peso en la historia bastante repartido entre todos los personajes, cada obra se percibe como un bloque de emoción de grandes dimensiones. No hay emoción, por pequeña que sea, que escape al escrutinio de la cámara de Anderson, que busca, tanto desde el guion como desde sus encuadres y el propio movimiento del plano, transmitir tanto de la condición humana como pueda.
El espacio como ecosistema
Fotograma de Sidney
Otro de los puntos de partida del cine de Paul Thomas Anderson es el espacio en el que creció. El Valle de San Fernando, conocido por ser la mayor cuna del cine porno en California, está presente como espacio recurrente en sus películas. Quizá por contraposición, quizá por tener su propio magnetismo, el contraste entre lo sórdido de mundos como las apuestas o la pornografía y las profundas emociones que mueven a los personajes eleva las propuestas del director y guionista.
Cada personaje es inseparable de su entorno. Si esto ya es así en muchas producciones, Anderson le da un lugar especial a los lugares en los que se mueven sus personajes a través del movimiento, la trama y el propio lenguaje cinematográfico, hasta el punto de convertirlos en parte indispensable del elenco.
Estas son solo algunas de las claves del cine de Paul Thomas Anderson, uno de los mayores referentes cinematográficos de la actualidad. Sin embargo, no hay mejor forma de conocer la obra de alguien que a través de esta misma, así que no podemos hacer otra cosa más que recomendaros ver sus películas.