¿Os acordáis de la palabra “webserie”? Ay... ese breve periodo de tiempo a principios de milenio en el que “webserie” significaba algo. Tenías una idea, la grababas con tus amigos y a internet que iba. Si tenías suerte, alguien la veía o hasta se convertía en un clásico de culto (dentro de las cotas de un producto de nicho, claro), si no, tus historias se perdían en un mar de contenido.
Con la llegada de las plataformas, los límites del término se difuminaron y “webserie” empezó a cultivar una serie de connotaciones cada vez peores. Estrictamente hablando, cualquier original de Netflix es una webserie. Una producción seriada directamente para Internet. Blanco y en botella, ¿no? Sin embargo, las diferencias entre cualquier producción original de plataforma y, digamos, Cálico Electrónico (Nikodemo, 2004 - 2015), Malviviendo (David Sainz, 2008 - 2014) o Da Suisa (Esteban Navarro y Xavier Daura, 2013 - 2019) son más que evidentes a simple vista.
Pero, ¿dónde radican? En este artículo vamos a hablar de la webserie como formato, sus posibilidades y su estado actual.
Qué hace una webserie
Fotograma de Da Suisa
Recuperemos algo de lo dicho arriba. Hablemos de las connotaciones, porque hay algunas más merecidas que otras. La webserie nació como un formato underground a los márgenes de la ficción clásica. Ni mejor, ni necesariamente peor, solo distinta. La propia naturaleza de las producciones independientes para Internet permitía y permite una libertad enorme a la hora de jugar con los formatos, duraciones y géneros casi utópica en las series mainstream.
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El control creativo sobre tu propia serie es infinito, al menos a nivel teórico. Siempre hará falta dinero para levantar un proyecto, sí, pero puedes crear y experimentar con tus ideas hasta crear algo propio. Esto puede sonar idílico y muy bonito, pero en manos poco experimentadas o creadores muy contentos de conocerse puede llevar a tostones infumables o galimatías estilísticos. Creo que no es algo necesariamente negativo, el ecosistema de Internet está especializado en asimilar y darle un público a prácticamente cualquier cosa.
El problema radica en cómo apreciamos esa diversidad en las webseries. En el imaginario colectivo, una webserie es algo indudablemente amateur. Es la sombra a la que todo creador o creadora debe enfrentarse. Y algo de verdad hay, porque el olor a producción casera es muy difícil de quitar sin un buen presupuesto o una productora respaldándote (las menos veces).
Creación entre algoritmos
Momento crítico: has rodado tu serie sin que nadie muera y aún conservas algo de dinero en tu cuenta corriente (quienes hemos hecho alguna lo consideramos un éxito rotundo). ¿Ahora qué haces con ese material?
Las posibilidades de mostrar tu serie al mundo son limitadas. Por un lado, si al lanzarte a producir has tomado la sensacional decisión de ir a tope de independiente, te espera un largo camino de: a) intentar vender una serie terminada b) presentarla a uno de los pocos festivales de webseries que existen (más aún a nivel nacional) c) subirla a YouTube, hogar predeterminado de cualquier tipo de vídeo, cruzar los dedos y esperar que te vean más de 20 personas.
Fotograma de Riders
Y es que no es difícil emplear meses en un proyecto independiente de estas características y al final quedarse en la estacada. Cada vez es más complicado, ya no destacar, sino llegar a tu público objetivo de forma orgánica. YouTube no es la única plataforma que acaba dañando al pequeño creador en favor de quienes más ruido son capaces de hacer (incluso llegando a recomendar contenido completamente contrario al que estás acostumbrado). Hacer frente a esto es desalentador, porque da la sensación de que si no pegas el pelotazo instantáneo, nunca tendrás la oportunidad de “tener tu momento”.
Ignorar que las webseries existen en el marco de Internet es un error. Esto, que a principio puede parecer una obviedad, es una parte fundamental de la creación para este formato y tiende a entenderse como un complemento secundario. Quienes escriben y graban webseries tienen una oportunidad única al alcance de su mano a la hora de dialogar con su público. La caja de comentarios es una herramienta tan valiosa como la cámara o un guion sólido en el sentido de que ayuda a fortalecer una comunidad que apoye y difunda la serie, hasta el punto de que esta pueda contribuir a moldear el resultado final del proyecto.
No faltan las iniciativas para mantener viva la producción de webseries. El canal Playz lleva años publicando sus propias series, tanto de ficción como de no ficción, consiguiendo crear discusión a su alrededor. La última de ellas, Riders (Alejandro Alcaraz y Javi Varela, 2021) logra hablar de la precariedad laboral desde una óptica bastante menos amable de lo que podríamos ver en series de cadenas generalistas y se nota la óptica independiente de su equipo. Curiosamente, los personajes de Riders también deben someterse a un algoritmo para sobrevivir. Otra plataforma reciente y a la que aún habrá que darle tiempo para despegar es Movook, donde cada serie tiene un espacio propio para conversar con su público y el feed no potencia necesariamente las producciones más vistas, democratizando así la propia plataforma.
El futuro de la webserie
Fotograma de Válidas
Al principio del artículo citábamos algunos ejemplos de webseries indiscutiblemente icónicas del panorama de la webserie en España. David Sainz ha sido un creador muy fecundo en el sentido de que nunca ha tenido que alejarse de Internet para crear grandes hits que calaran en su público, pero ¿tenemos una “cantera” de futuros creadores que puedan mantener una producción independiente?
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Creo que a pesar de lo hostil e incierto de producir para Internet (¿hay algún tipo de producción que no sea hostil?), la webserie como formato no morirá, al menos no pronto. Quienes disfrutamos viendo y creando para este formato nos tenemos que hacer a la idea de que, por populares que puedan ser algunos casos puntuales, la webserie independiente nunca será una opción mayoritaria.
La única forma de perpetuar una creación libre, con espacio para que creadores y creadoras puedan seguir experimentando y contando las historias que no son tan rentables, de las formas menos rentables, es darles cuerda con el boca a oreja. Por eso, a modo de despedida, voy a cerrar este artículo con una recomendación que viene motivada por dos factores: porque esto parece un campo de nabos y porque es buena de verdad. Todo el mundo a ver Válidas (Carolina Iglesias y Victoria Martín, 2020).