Raúl Cerezo y Fernando González llegan a las salas de cine a lo grande. Después de un largo recorrido y gracias a ese fantástico fenómeno que es el boca a boca, su anterior película, La pasajera (2021), alcanza los 300.000 espectadores en Prime Video, la nº7 de la plataforma. Este viernes traen una nueva apuesta de género que promete ser tan terrorífica como novedosa: Viejos. Los propios directores no se cansan de advertirlo: «No va a ser igual que La pasajera». Si os gustó la anterior, no esperéis lo mismo, y si no os gustó, dadle una oportunidad a su nueva apuesta. Una historia asfixiante sobre una familia que intenta superar el suicidio de un ser querido, y cuyo abuelo, igual que todos los ancianos, parece saber algo que nadie más sabe.
Hablamos con sus directores, Fernando González y Raúl Cerezo (también guionista de la película junto a Rubén Sánchez Trigos y Javier Trigales) sobre cómo enfrentarse a la dirección de una película tan compleja y ambigua en su tono. ¿Cuáles son las claves? ¿Cómo han construido el terror? ¿Cuál ha sido su mayor reto como directores?
Empezamos por el principio: primeras secuencias en el cine de terror.
«Lo más complicado de una película es el tono, y nos encanta que haya un prólogo como el de las Indiana Jones, o los James Bond… El prólogo te da las instrucciones de la peli.»
Por alguna razón, en el cine de terror estamos especialmente acostumbrados a ver este tipo de primeras secuencias que bien podrían servir como teaser. Al fin y al cabo, es un género en el que toda la apuesta se basa en la construcción del universo y las reglas del juego para dar miedo. Desde qué lugar construye cada película el terror es lo que las hace diferentes. Tal vez esté en un mundo donde no puedes hacer el más mínimo ruido, o quizás en la sonrisa de un desconocido que te mira sin pestañear.
Incluso en La pasajera ya hicieron algo similar: «En La pasajera mostramos una escena de slasher típico de Blumhouse para de pronto, boom, el título de la peli sobre un pasodoble. Ese era el tono.» Ahora, ¿en el caso de Viejos? ¿Qué querían dejar claro en la primera secuencia?
«El terror está en un vaso de la cocina, en lo cotidiano, algo cercano que se vuelve maligno», nos cuentan. «Hasta una cafetera te dice que algo va a explotar. La propia secuencia tiene una estructura que se repite a lo largo de toda la peli, todas las secuencias revientan. Una cena familiar, una escena en el tanatorio… todas explotan al final.» Incluso la propia película podemos decir que sigue esa estructura, una olla express que antes o después va a estallar.
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Los directores Fernando González y Raúl Cerezo (Fotografía: Juanma Bernanbeu)
Dos viejos comiendo sopa.
Los créditos iniciales se suceden en un mismo y maravilloso plano secuencia que recorre a nivel casi microscópico cada detalle de una textura que, al principio, no reconocemos. Ya después, al alejarnos, entendemos que estábamos dentro de las pinceladas del cuadro de Goya Dos viejos comiendo sopa. Pero esta no era la idea inicial de los directores…
«Al principio no iba a haber sido el cuadro, sino que esas texturas y colores iban a haber sido las propias arrugas del personaje. Después, investigando y buscando referencias visuales, encontramos ese cuadro.» Si esa primera idea nos habría introducido por completo en la piel del anciano, esta segunda consigue algo diferente. «Nos encanta ese cuadro porque pueden ser dos viejos desvalidos o dos viejos terroríficos, lo puedes ver como tú quieras. Y eso es exactamente lo que buscamos con la película, la ambigüedad».
El cuadro de Goya Dos viejos comiendo sopa.
El tono de Viejos, o cómo saber cuándo agarrarnos el brazo y cuándo soltarlo.
En una película donde la máxima de cada secuencia es construir esa sensación de agobio sofocante, ser capaz de medir esas dosis de estrés era el reto más complicado de los directores —Después de aguantarse el uno al otro, según nos dicen, espero, entre risas—.
«Lo más difícil fue construir la atmósfera de fuego lento, de ir yendo hacia un final sin escapatoria y cumplir con lo que prometes. El problema de este tipo de pelis es que estás todo el rato en plan, a ver si llega, a ver si llega, a ver si llega… y si no llega te enfadas. Nosotros creo que hemos cumplido. Es un juego de música, sonido y tono muy arriesgado, porque buscas agobiar pero tampoco puedes aburrir o saturar. En festivales ha funcionado porque es una experiencia intensa y el espectador ya va con esa predisposición, pero en un estreno comercial el público puede ser muy distinto... Tengo mucha curiosidad de ver cómo funciona.»
Podríamos decir que ese "agobiómetro" ha sido la imposible vara de medir que ha guiado cada decisión desde el guion hasta el montaje. «Como todo el rato se buscó trabajar esa atmósfera cargante, nos pasó en montaje con Jose Manuel Jiménez, que él se dio cuenta de que habíamos logrado bien el tono, pero que el espectador necesitaba un respiro. Hay un límite de tensión que no puedes sobrepasar.»
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Paradójicamente, en el cine, si eres capaz de encontrar un tono suficientemente complejo, no puedes ir demasiado lejos. No puedes agobiar demasiado en una historia de terror, igual que no puedes saturar con tragedias en un drama, o el espectador simplemente querrá que le sueltes el brazo durante un minuto. Es por eso que en montaje introdujeron unos «tajos narrativos» que hacen respirar la película. Como si se dividiese en capítulos, la pantalla va a negro para mostrar la temperatura vertigniosamente ascendente durante esa ola de calor que sacude la ciudad. «Igual que El resplandor con los días de la semana.»
Fotograma de Viejos. Fuente: Filmax
Construir personajes de carne y hueso….
Para construir esa atmósfera la trama no podía ser lo único que nos llevase a esa sensación de non scape, los personajes debían ser reflejo del tono. «Viejos es una propuesta arriesgada porque tienes que empatizar con personajes que no están escritos para caer bien.» Nunca nos veríamos reflejados en un anciano que insulta sin piedad a su nuera, ni en una mujer que maltrata a sangre fría a su suegro. Sin embargo, sí nos vemos reflejados en el abandono, en la falta de perdón o en el rechazo mutuo que existe entre dos generaciones. Y es desde esos lugares que sentimos como nuestros desde donde Raúl y Fernando construyen personajes imperfectos que podemos entender.
«Puedes empatizar desde muchos lugares en función de a quién acompañes y a quién entiendas. Es muy diferente si empatizas con el padre, con la madre, con la nieta, con el abuelo…» Así, cada espectador puede encontrar a su propio protagonista, para respirar con él durante una historia absolutamente asfixiante.
Personajes, según nos cuentan, que solo pueden existir en películas independientes donde te permites perfiles como el de Mario. «Gente que conocemos bien, que quiere complacer a todo el mundo, no se moja en nada y al final le estalla todo en la cara. Si estás trabajando para una gran producción nunca te van a dejar escribir ese personaje. Tiene que ser el héroe, no un pan sin sal. El cine independiente sí te permite esa libertad creativa».
… o construir iconos en el cine de terror.
Y es que, como nos cuentan los directores, construir personajes para el cine de terror es más complejo de lo que parece y se suele caer siempre en los mismos errores. «En el cine de terror siempre se busca generar iconos. Entonces, o tienes un icónico malo, como GhostFace o Jason, y los demás son una comparsa que te da igual y simplemente disfrutas de un festival de sangre, o todo lo contrario, e intentas hacer icónicos a los protagonistas tirando de estereotipos con los que tampoco puedes empatizar.» La solución, según Raúl y Fernando, y aprovecho para decirlo, es algo que el cine español de terror sabe hacer muy bien, es «huir del estereotipo, cuanto más humano, más real y más cercano sean los personajes, más vamos a sentir su terror.»
«Yo creo que los personajes de Viejos bien podrían ser los de Cinco lobitos (2022), tienen el mismo registro dramático realista.»
Fotograma de Viejos. Fuente: Filmax
Ellos tienen claro cómo son los enemigos que les gustan, y es la misma estrategia que usaron en La pasajera, o la que usarán, si consiguen hacerla, en una tercera película. «En La pasajera el bicho antes de ser bicho es madre, o es amigo. Algo cercano, como un compañero de Blablacar, un familiar o un abuelo que se vuelve malo.» Un código que lleva funcionando, como nos cuentan, desde El resplandor (1980). «De hecho, el otro tipo de villano, ese que solo viéndolo ya te acojona, es uno que suele precisar de mucho presupuesto. Un robot, un monstruo, una ambientación exótica o un pedazo de actor como Bardem en No es país para viejos (2007)… En películas de millón o millón y medio tienes que buscar otra cosa.»
Afortunadamente para ellos, Viejos no es una gran superproducción y se han embarcado en la búsqueda de lugares terroríficos que, por necesidad, han de ser mucho más originales. Con actores, claro, que no facturan lo mismo que Bardem. «Cualquier actor famoso que entre en una peli de terror te vende muchísimo. Pero en el caso de Viejos son actores que han tenido recorrido y puedes reconocer, pero que no son famosos.» Y ese también es uno de los puntos fuertes. Mario podría ser una estrella de cine, pero en una película en la que se busca conectar desde lo cotidiano, buenos actores con un recorrido como el de Gustavo Salmerón, funcionan infinitamente mejor.
El cine de Raúl Cerezo y Fernando González.
Ya sabemos que La pasajera y Viejos no tienen nada que ver. La primera fue mucho más referencial, la segunda más experimental. La primera más de género, la segunda más teatral. La primera más cómica, la segunda más seria… Aun así, es fácil identificar los cuatro ojos que están detrás de cada plano.
«En la pasajera no fue consciente, nosotros hicimos el guion y después vimos los referentes. Y dijimos, hagámoslo, referenciamos esas pelis. Aunque luego nos acababan sacando referencias de pelis que ni habíamos visto. Pero como La Pasajera es una película muy cinéfila en ese sentido, con Viejos decidimos alejarnos.»
No es algo intencionado, claro, como ellos bien dicen «Trabajamos absolutamente a disposición de lo que requiera cada historia. Te puedes encontrar con elementos comunes, como la doble focal, pero no lo identificaría como algo de estilo. Los puntos en común entre distintas pelis de un mismo director los ven mejor los espectadores que el propio director. Es como la brocha del pintor, él no pretende continuar un estilo, simplemente es su manera de pintar. Luego puedes decir, anda mira, sus brochazos son los mismos que los de hace cinco años. Ya claro, porque es él.»
Ese seguramente sea el mayor acierto de Viejos, demostrar que con historias y terrores absolutamente diferentes, hay una misma mirada inconsciente que empapa cada plano. Más allá incluso de que disfrutemos o no sus películas, Raúl Cerezo y Fernando González han demostrado ser capaces de imprimir una personalidad diferente en un mercado donde cada vez es más difícil sorprendernos.
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