David Trueba confesaba en una entrevista que Saben aquell (2023) es una película para la gente que no conoce a Eugenio, un tipo que contaba chistes pero que no se reía. Su seriedad, su tempo y su acento catalán calaron en el público y lo llevaron a lo más alto. Pero su gran virtud no eran tanto los chistes que contaba, sino cómo los contaba. De la misma manera que en un biopic importa más el cómo que el qué. Así que vamos a hablar del “cómo” de Saben aquell.
¡Ojo, spoilers!
¿Un biopic?
La película nos sitúa en la España de los 60-70, en los últimos años del franquismo y el inicio de la Transición. Fue en aquel momento de cambio y de celebración cuando los jóvenes Eugenio Jofra y Conchita Alcaide intentaron animar al público de los bares con su dúo musical.
En Saben aquell, Trueba no cuenta la vida de Eugenio, sino los 13 años que vivió junto a Conchita, su primera mujer y el gran amor de su vida. En ese sentido, se podría decir que la película es “menos” que un biopic, pero a la vez cuenta todo lo que se necesita contar para entender la figura del humorista. Trueba desarrolla esos años clave de la vida de Eugenio, ni más, ni menos. Porque si lo que queremos es saber quién fue Eugenio antes y después de Conchita siempre podemos ver el documental Eugenio (Jordi Rovira y Xavier Baig, 2018) en Filmin.
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Foto promocional de Saben aquell
Un retrato de una época
Para el éxito de Eugenio fue clave la época en la que vivió. Si el momento en el que vivimos condiciona necesariamente quiénes somos, en un biopic contarlo bien es imprescindible. Trueba se preocupa por ambientar Saben aquell sin perder detalles: la muerte de Franco, el mundo de la televisión en la transición —con un arrollador Chicho Ibáñez Serrador interpretado por Paco Plaza—, los cassettes, el humo en el ambiente, la música de Nino Bravo y Cecilia. Todos los detalles importan porque marcaron una época muy concreta, un contexto que explica el éxito de Eugenio.
Otro de los retos que supone hacer una película sobre un cómico es que tiene que haber comedia. Saben aquell descansa gran parte de su humor en los propios chistes de Eugenio, pero también lo consigue a través de situaciones y conversaciones que explotan la personalidad del protagonista fuera del escenario. Es por eso que hay mucho rigor en la película, pero también hay mucha creatividad, como la manera en la que utiliza las transiciones entre anécdotas de la vida real de Eugenio y el chiste que inspiran más tarde («culo, hijo, he dicho culo»).
Foto promocional de Saben aquell
Els dos
Una de las grandes decisiones de Trueba al abordar la historia del humorista fue hacer coprotagonista a su pareja sentimental y artística. La historia comienza cuando Eugenio es un joyero anónimo que conoce a Conchita, una cantante amateur, y termina cuando ella muere. Ellos dos —Els dos, como se llamaba su dúo musical—, son el centro de la película, interpretados por David Verdaguer y Carolina Yuste, que capturan, cada uno desde un lugar, el alma de Eugenio y Conchita.
La idea de contar anécdotas en el escenario, la ropa oscura, las clásicas gafas ahumadas e incluso la poderosa frase «Saben aquell que diu» salieron de Conchita. Fue ella la que animó a Eugenio a intentarlo, sabiendo que eso los obligaba a dejar atrás su aventura musical compartida, aunque él siempre intentara introducirla en su espectáculo. Ella lo hacía desde el amor, desde un punto de vista romántico, sí, pero también desde lo práctico: necesitaban dinero para sacar adelante a su familia, y el público prefería los chistes de Eugenio que las canciones de Els dos.
Es en la última secuencia cuando llega la guinda final, en ese momento en el que descubrimos el verdadero significado de la primera escena de la película, con la que al principio nos reíamos y ahora, después de conocer cómo ha llegado Eugenio hasta ahí, el chiste ya no nos hace gracia. Y por eso Saben aquell es un buen biopic: porque nos muestra el drama detrás de la comedia y consigue que no veamos con los mismos ojos a ese hombre serio y triste que empieza los chistes diciendo «saben aquell».
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