«Bueno, ¿y qué es lo que vas a hacer? ¿Cómo vas a pasar tu vida?»
Es lo que le pregunta Jerry —la simpática conjunción de todos los campos cuánticos del universo— al músico Joe Gardner al final de Soul (Pete Docter, 2020). Me imagino que algo así le dirían también a Fern, de Nomadland (Chloé Zhao, 2021), cuando murió su marido, o cuando quebró la empresa que alimentaba a todo Empire y se quedó sin trabajo, sin casa y sin ciudad. Y es lo que no dejo de preguntarme yo ahora que a la incertidumbre del fin de los estudios se le ha sumado la de los tiempos del Covid.
Han sido dos de las triunfadoras de los Oscars y, pese a sus obvias diferencias, tienen en común la mirada existencialista y los pies bien hundidos en la tierra. Es muy fácil, o al menos lo fue para mí, conectar con ese equilibrio que ambas dibujan entre la realidad clara y cruda y la esperanza que, a pesar de todo, siempre se deja encontrar.
Joe Gardner en Soul
Soul, la última gran propuesta de Pixar, es visual y emocionalmente preciosa. Viene a recordarnos que no debemos esperar a cumplir nuestros propósitos para empezar a vivir. Y lo hace con una advertencia que quizá suena pesimista, pero que, amigos, es lo que hay: puede que cuando lleguemos a la meta no nos sintamos tan bien como imaginábamos, o puede que simplemente nunca lleguemos.
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Nomadland, mucho más dura, da un paso más. Ya no es solo que los sueños sean inalcanzables, sino que a veces (y cada vez más en los últimos años) tener una vida decente (ya sabéis, derechos humanos) es inalcanzable. El caso de Fern, obligada a vivir en la carretera de trabajo precario en trabajo precario, es solo una de las muchas historias injustas y lamentables que nos han dejado las últimas crisis, en particular, y el capitalismo voraz y desatado, en general.
El miedo a la vida
Joe y 22 en Soul
Al alma 22 no le interesa vivir. Está cómoda en su rutina en el Más Antes: “No me encanta, pero sé lo que hay”. Ni puede, ni tiene intención de completar su pase para ir a la Tierra. Para eso tendría que encontrar su “chispa”, o sea, lo que ella y Joe creen que es su propósito vital. Pero acaba confesando que su problema no es el desinterés:
«Todos nacemos para hacer algo, ¿pero cómo averiguas qué es ese algo? No sé, ¿y si eliges lo que no debes?»
Qué miedo, ¿no? Creo que todos hemos pasado por ahí, desde que de niños nos preguntaban qué seríamos de mayores. A mí se me echó el mundo encima cuando tuve que escoger una carrera, porque creía que estaba eligiendo qué ser, o quién ser. Y, jolín, ¿no somos siempre demasiado jóvenes para decidir algo que defina nuestra existencia? Ya lo dice 22: si nos equivocamos, o si no somos “lo bastante buenos” para cumplir nuestro objetivo, ¿entonces qué?
Aceptar que tenemos un propósito vital implica asumir que podemos fracasar en algo tan gordo como “la vida”, así, en general. Es normal que 22 prefiera quedarse en el aburrido pero seguro Más Antes, donde no hay presiones ni expectativas. No es la única. Hoy, el éxito en la vida se corresponde con el éxito laboral: o ganar mucho o perseguir nuestra verdadera pasión hasta las últimas consecuencias. Pero el mensaje de Soul llega, y no por casualidad, en un momento especialmente complicado para luchar por nuestros sueños, cuando tener una vivienda y un trabajo dignos suena casi milagroso. En España, sin ir más lejos, el 40% de los jóvenes está en paro —y no, el problema no es que no se esfuercen lo suficiente—. ¿Dónde deja eso nuestras metas? ¿Cómo se supone que podemos cumplir con todas esas expectativas en un contexto como este?
Fotograma de Nomadland
Es más, y aquí entra Nomadland con un escenario tan oscuro como común: si después de una vida de lucha, no solo se nos han escapado nuestros propósitos, sino que ni siquiera tenemos cubiertas nuestras necesidades más básicas… ¿Significa eso que hemos fracasado? ¿Deberíamos avergonzarnos? Y sobre todo: ¿nos rendimos? Linda May, la compañera de carretera de Fern, estuvo a punto de rendirse cuando, con 62 años e incapaz de encontrar trabajo, vio que su pensión no era suficiente para vivir.
«Ponía 550 dólares. ¡Fern, había trabajado toda la vida! Había empezado a trabajar con 12 años, había criado a dos hijas. No me lo podía creer.»
¿Y quién se lo puede reprochar? Es difícil huir del sentimiento de culpa en una situación así. Pero ni Linda May ni Fern son responsables de su precario destino, son víctimas. Y ambas se vieron obligadas a escapar a la periferia de la sociedad para poder seguir viviendo, física y emocionalmente, cuando la propia vida parecía rechazarlas.
Nomadland y Soul son una respuesta a la cultura de la súper productividad, la que disfraza la inestabilidad laboral de oportunidad de mejora, la que exige que además de trabajar para pagar un alquiler abusivo, hagamos ejercicio, seamos activos en redes, cuidemos nuestra imagen y vida social y sigamos persiguiendo nuestra vocación. Al margen de los cambios que necesitamos para construir una sociedad justa y asegurar una existencia digna para todos, debemos empezar a normalizar que nuestra vida no será sencilla ni estará llena de hazañas y objetivos cumplidos. Si no, los jóvenes seguirán teniéndole miedo a vivir, y los viejos seguirán pensando que fracasaron.
Vivir mientras sobrevivimos
Fotograma de Soul
Pero, ¡eh!, no todo es tan apocalíptico como parece. Soul y Nomadland son más optimistas que pesimistas. La parte buena de la vida… ¡es que estamos vivos! A pesar de la presión, las expectativas o el miedo (y, ¿por qué no?, los explotadores), la suerte es que tenemos la oportunidad de vivir, que es precisamente lo que necesitaba 22 para atreverse a hacerlo.
22 acaba en la Tierra por accidente, dentro del cuerpo de Joe. Ni siquiera es ella misma, así que puede olvidarse de la búsqueda de su destino y tomarse el fugaz viaje como una pequeña aventura. Es entonces, liberada de esa presión, cuando descubre que sí le gusta vivir. Su mirada nueva es capaz de hallar el valor de lo pequeño y lo cotidiano: disfruta del mero hecho de andar, comer, mirar al cielo o interactuar con otras personas, y recolecta un objeto por cada momento que quiere recordar. Así, sin saberlo, le da una lección a su tutor, que hasta entonces ha vivido obsesionado con una meta.
Y la oportunidad de vivir es lo que casi les roban a Fern, Linda May y muchos otros de los personajes de Nomadland. Pero ellos, en un ejercicio de tremenda valentía, siguen adelante. Y aunque su estilo de vida sea duro e injusto, logran encontrar en su rodaje por la carretera momentos de calma y felicidad, deteniéndose en los pequeños gestos, en lo grandioso de la naturaleza o en el calor de la camaradería.
Fern y Linda May en Nomadland
Ojo, esto no significa que el problema que plantea Nomadland se resuelva con un atardecer bonito. Pero en estos días, las vidas de la mayoría de nosotros no son tan distintas a las de los nómadas: nos echamos al camino no en pos de una meta, sino en una continua búsqueda de formas de seguir andando. Más que vivir, sobrevivimos. Y mientras sea así (ese cambio tan necesario requiere de la participación de todos, pero puede tardar años en llegar, o no llegar nunca), lo más inteligente que podemos hacer es intentar disfrutar de lo pequeño, de lo que ya tenemos, como estos personajes: tratar de vivir mientras sobrevivimos.
Muy buena reflexión un comentario, muy en consecuencua con los tiempos que vivimos, y verdaderamente cercano al momento que sobre todo están viviendo los mas jóvenes. Daremos una oportunudad,a la esperanza y ojalá esté muy cerca.
Un mensaje lleno de crudo realismo pero esperanzador.
Seguid escribiendo, por favor.
M.J.M.