Hoy se cumplen 46 años del estreno de Suspiria. Dirigida por Dario Argento, que firma el guion junto a Nadia Dicolodi, la película supuso el salto del rey del giallo al terror sobrenatural. La cinta sigue a Suzy Bannion, una bailarina que acaba de llegar a la prestigiosa academia Tanz para estudiar ballet. La llegada de la chica coincide con una oleada de extrañas muertes que, en un cóctel enfermizo, la llevan a revelar el horrible secreto que se oculta en las entrañas de la escuela.
Todo un clásico del género, Suspiria ocupa un lugar de honor en la filmoteca de todo amante de la brujería que se precie; y su orgía de sangre, expresionismo y color, así como su legado, merecen una revisita en fechas tan señaladas.
Un cuento de hadas en technicolor
Fotograma de Suspiria (1977).
La famosa secuencia de apertura de Suspiria es toda una declaración de intenciones de lo que está por venir en la película: es extravagante, febril, excesiva y delirantemente estética. La entrada de la joven Suzy en Friburgo abandona el realismo de sus planos iniciales en el aeropuerto, con una atmósfera extraña in crescendo que se intercala con parajes salidos de las pesadillas de los hermanos Grimm.
Los elementos que envuelven la escena encauzan el aura fantasiosa y onírica que atraviesa la película: señales luminosas, semáforos y rayos crean un caleidoscopio psicodélico que, junto a la exquisita banda sonora de Goblin, conjura el corazón de Suspiria para dar paso inmediato a una muerte ominosa y sobrenatural. Un technicolor en decadencia fue culpable del delirio cromático que hizo historia en el cine.
Fotograma de Suspiria (1977).
Suspiria cumple con creces lo que promete en su frenético inicio. Es una experiencia surrealista y altamente sensorial, donde el color y el sonido te invitan a abandonar la razón para arrastrarte a las fauces de su oscuro ritual. La influencia del giallo y las tablas de Dario Argento en el género se hacen notables en las escenas de asesinatos, donde el sacrificio mágico se expresa a través de la teatralidad, el deleite y el slasher.
Más allá de esos manierismos, la cinta se construye como un cuento de hadas clásico y teñido de oscuridad pese a su colorido. Suspiria se concibió en sus inicios como una macabra fábula infantil, pero la imposibilidad de usar niñas en la cinta llevó a reconfigurar la historia. No obstante, esa infantilización se mantiene vigente en la cinta y convierte Suspiria en un siniestro relato fantástico donde un alma inocente descubre la podredumbre del hogar en el que crece.
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Las madrastras del dolor
Fotograma de Suspiria (1977).
Thomas De Quincey escribió en 1845 Suspiria de profundis, una colección de ensayos a modo de poemas influenciados por el consumo de opio y alucinógenos. En el fragmento Levana y las señoras del dolor, el autor describe una visión onírica influida por los opiáceos, donde la diosa Levana se presenta junto a tres deidades menores: Mater Suspiriorum, Mater Tenebrarum y Mater Lachrymarum, tres personificaciones del sufrimiento humano expresado a través de los suspiros, la oscuridad y las lágrimas.
Dario Argento creó Suspiria inspirado en dicho poema, ampliando y explorando su mitología en sus dos secuelas: Inferno (1980) y La madre del mal (2007), que junto a la primera parte conforman la trilogía de las Tres Madres. Argento convierte a los dolores de Levana en tres poderosas brujas, tres madrastras incapaces de generar vida que llevan la muerte y el sufrimiento por bandera.
Mientras que Suspiria se centra en el misterio, revelando como culpables al aquelarre de la Madre de los Suspiros en su giro final, Inferno se encarga de poner sobre la mesa los elementos que construyen el folklore de estas brujas a través de la Madre de la Oscuridad, dejando para su tercera parte la caída de la Madre de las lágrimas y los efectos de estas malvadas madonnas en el mundo.
El eco de los suspiros
Imagen promocional de Suspiria (2018).
Las comparaciones son odiosas, pero la versión de Suspiria dirigida por Luca Guadagnino en 2018 es una digna mirada personal al material original. Es, en mi opinión, lo que debería ser un remake: parte de la premisa de la obra primitiva y resignifica sus elementos para explorar una visión propia y asentada en su época.
Guadagnino deja a un lado el misterio para mostrarnos abiertamente los entresijos del aquelarre, utilizando la brujería para hablar de las heridas de una Alemania que intenta dejar atrás el dolor del pasado. El peso político se abre hueco en la obra, trasladando la academia directamente frente al Muro de Berlín. Los fantasmas del nazismo desgarran la personalidad de sus protagonistas, y el terrorismo que intenta crear un nuevo mundo baila en sintonía con el terrorismo de las brujas en busca de una nueva dirección.
→ Suspiria (2018) está disponible en Prime Video.
Fotograma de Suspiria (2018).
La película tiene la inteligencia suficiente para no intentar imitar el delirio colorista de su predecesora, partiendo de una paleta fría y neutra para que todo el peso expresionista sea movido por la danza. Mientras que Argento utilizaba el ballet clásico como un simple marco para construir su historia, Guadagnino convierte la danza contemporánea en la columna vertebral de su ocultismo. La coreografía toma peso en la trama y se muestra como el vehículo de la magia, donde la forma en la que el cuerpo corta el aire moldea la realidad en un dueto de baile y gore. La escalofriante música de Goblin también es desplazada aquí por la delicada y onírica voz de Thom Yorke, que compone la totalidad de la banda sonora.
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El reparto hace un trabajo magistral, teniendo en cabeza a Dakota Johnson, Mia Goth, Chloë Grace Moretz y una grandísima Tilda Swinton que, no contenta con brillar en su papel principal, interpreta también otros dos roles. Sin entrar en si supera a la obra original o no, ya que nunca tuvo la pretensión de hacerlo, es tan recomendable como esta para cualquier fan del género.
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