Cuando una puerta se abre, se cierra la ventana. ¿O no era así? ¿Cuando una puerta se abre, se abre otra puerta...? Como sea, cuando las puertas se abren, pasan cosas, y hoy he venido a hablaros de eso mismo: de puertas. De puertas de cine. Para ello, os traigo una lista con los diferentes tipos que existen y características para poder identificarlas cuando os encontréis con ellas.
Puertas escondite
Empezaremos con el tipo de puertas más fáciles: las puertas escondite.
¿Os dais cuenta de cuando algún personaje mueve un libro, se mueve una de las paredes y aparece una sala secreta? Pues esa sería una puerta escondite.
Dentro de estas, están las puertas pasadizo, que pueden encontrarse en antiguas edificaciones como mansiones o castillos. Nos conducen por pasadizos ocultos de unas estancias a otras. Normalmente, estas puertas llevan muchos años ocultas en las casas y los personajes suelen toparse con ellas sin querer. Por ejemplo, los alumnos de El Internado (Daniel Écija, 2007-2010) no se esperaban que detrás de la chimenea hubiese tanto misterio. Pero ahora seguro que ya no volverían a perder jugando al escondite.
Además de pasadizos, las puertas escondite también pueden conducirnos a guaridas secretas. Esta vez, el protagonista sí que sabe de su existencia y al otro lado de estas puertas se encuentra su guarida secreta. Por ejemplo, Bruce Wayne tocando su piano, abre la estantería que lo lleva a la batcueva (Batman Begins, Christopher Nolan, 2005).
Puertas que no deben abrirse
Este tipo de puertas son las más peligrosas. Son puertas que o bien no pueden abrirse por una cuestión física o existe alguna prohibición sobre su apertura, como una leyenda o una norma de la casa. Pero lo que tienen en común todas ellas es que, al abrirlas, pasará algo malo.
Un ejemplo de este tipo de puertas es la habitación 273 de El resplandor (Stanley Kubrick, 1980). No haré spoiler, pero si habéis visto la película, ya sabéis que pasa cuando Jack cruza esa puerta.
Otro ejemplo podría ser la puerta roja de La maldición de Hill House (Mike Flanagan, 2018) o las puertas de Los Otros (Alejandro Amenábar, 2001), que deben permanecer cerradas para que no entre la luz.
Fotograma de La maldición de Hill House
Puertas del tesoro
Esconder un tesoro se asocia con la codicia, con querer algo para nosotros solos. Pero algunas veces, lo ocultamos para evitar que haga daño a otras personas. Puede ser cualquier cosa: un objeto, un recuerdo, una persona, un lugar o algo que queremos guardar y ocultar. Y para intentar que nadie lo encuentre, lo escondemos tras una puerta especial.
Este tipo de puertas son aquellas que solo se abren si conoces la clave o descifras el enigma, que puede ser de varios tipos: conseguir leer una inscripción en un idioma antiguo, como la entrada de Moria en La Comunidad del Anillo (Peter Jackson, 2001); pintar la puerta con una tiza, como Ofelia en El Laberinto del Fauno (Guillermo del Toro, 2006) o muchos otros, como silbar una canción, tocar en un lugar concreto, golpear un número de veces, decir la palabra secreta….
Si no conseguimos descifrar la clave, la mayor parte de las veces simplemente no podremos entrar, pero otras, la puerta se enfadará y tomará medidas. Desaparecerá, cambiará la clave, o te atacará. Así que, si no estáis seguros de que tenéis la respuesta, tened cuidado. Y recordad que primero podéis probar a decir “ábrete sésamo”. A Ali Babá le funcionó.
Puertas Atajo
Las puertas atajo son mis favoritas. Son aquellas que al cruzarlas nos transportan a un lugar diferente, bien en el tiempo o en el espacio. Algunas nos llevan siempre al mismo lugar, pero otras, dependiendo de cómo se configuren pueden cambiar su destino.
Por ejemplo, la serie Al otro lado (John Rapsey, 2004) conecta, gracias a una puerta atajo, un internado de Irlanda con una cueva de Australia; y las puertas de Monstruos S.A. (Pete Docter, 2002) hacen más fácil la llegada de los monstruos a las habitaciones de los niños.
Estas puertas nos trasladan a distintos lugares, pero dentro del mismo tiempo. Si queremos viajar al pasado o al futuro, tendremos que utilizar la cabina del Doctor Who (Verity Ann Lambert, Sydney Newman, C. E. Webber, Donald Wilson, 1963-), las piedras mágicas de Outlander (Ronald D. Moore, 2004-) o las puertas de El Ministerio del Tiempo (Pablo y Javier Olivares, 2015-2020).
Fotograma de Outlander
Puertas de escape
Por último, quiero hablaros de las puertas de escape. Estas son las más difíciles de identificar ya que no siempre se trata de puertas al uso. Su característica principal es que conectan el mundo real con un mundo mágico o ficticio. Son puertas que se utilizan para huir de un lugar en el que los protagonistas son desdichados, tienen un camino marcado, una vida establecida o se encuentran en una situación de miseria, abuso o soledad. Estas puertas se utilizan mientras el protagonista necesita escapar de su realidad, después volverá a su vida normal con un aprendizaje. Además, el mundo mágico solo existe para los protagonistas y la mayoría de las veces no sabremos con certeza si es real o una creación de su mente. Un claro ejemplo de esta categoría sería el armario de Las Crónicas de Narnia (Andrew Adamson, 2005).
Pero como decíamos al principio, estas puertas no siempre son puertas como tal y algunas veces toman otras formas, como, por ejemplo: el agujero de Alicia en el País de las Maravillas (Andrew Adamson, 1951) o la cuerda de Un puente hacia Terabithia (Gábor Csupó, 2007).
Fotograma de Las crónicas de Narnia
Los espectadores muchas veces vemos series o películas para evadirnos de nuestra vida y por un momento pertenecer a otro mundo. Pero también pueden servir para todo lo contrario: ver el mundo real. Algunas veces cruzar esa puerta no significa evadirnos, sino volver a la realidad. O si no, que se lo pregunten a Truman.