El cine apocalíptico podría ser infinito. Por muchas películas que se estrenen, seguirá habiendo drama, conflicto e interés en ver cómo la humanidad se enfrenta al fin del mundo. Las películas de Un lugar tranquilo irrumpieron en el género hace años con un high-concept: el ataque de unos seres extraterrestres que no ven, pero escuchan. El silencio es lo único que puede salvar a la humanidad.
En esta nueva entrega, en la que asistimos al primer día de la invasión, la protagonista es Sam, encarnada por Lupita Nyong’o, una enferma de cáncer que ha ido a Nueva York al teatro con la promesa de comer pizza antes de volver a su deprimente residencia. Normalmente, el objetivo del protagonista en este tipo de películas es sobrevivir. O salvar a sus seres queridos, o salvar el mundo. Pero en este caso, la avanzada enfermedad de Sam ha hecho que, en el momento de la invasión, ella ya haya aceptado su propia muerte, ya esté viviendo su propio apocalipsis. Por eso su objetivo no cambia cuando llegan los alienígenas: ella ha ido a la ciudad a por su trozo de pizza.
Los pequeños placeres
No era fácil superar a la carismática familia Abbott, protagonistas de las dos primeras películas de la saga, que dirigía John Krasinski. Michael Sarnoski, director de esta nueva entrega de la franquicia, toma el testigo centrando la historia en dos nuevos personajes. Sam, que avanza en dirección contraria a una multitud que intenta salvarse, se encuentra con Eric, que decide acompañarla a por pizza. Eric es débil, sufre ataques de ansiedad y no tiene a nadie más en la ciudad. A través de estos dos personajes, Sarnoski encuentra la ternura en el apocalipsis: Sam y Eric hacen un equipo, se protegen, se ríen y se tratan con cariño.
El trozo de pizza de Sam es, en realidad, una reflexión sobre el verdadero sentido de la vida: si vamos a morir —y de hecho, todos vamos a morir—, peleemos por lo que nos hace felices mientras estamos aquí. Sam se ha dado cuenta, a la fuerza, de que si la vida merece la pena es por los pequeños placeres. Ese trozo de pizza que la transporta a la infancia, el ronroneo de su gato, esa canción que le recuerda a su padre. A diferencia del resto de habitantes de Nueva York, sobrevivir no es una prioridad para ella, pero disfrutar por última vez, sí.
Fotograma de Un lugar tranquilo: Día 1
Otra visión del apocalipsis
El género de acción descubrió hace tiempo que pueden existir mujeres fuertes, heroínas empoderadas que asumen un papel que hasta hace poco estaba reservado para personajes masculinos. Pero aún hay una deuda con los hombres débiles. El personaje de Eric encarna a un hombre que se paraliza ante la violencia, que siente miedo y no lo oculta, que prioriza la compañía a la supervivencia. Sam y Eric, en la búsqueda de ese trozo de pizza, de ese último placer —más placentero aún al saber que es el último— construyen una supervivencia al apocalipsis más humana, menos masculinizada, en la que las cosas que importaban antes del colapso siguen importando después.
Un lugar tranquilo: Día 1 es la historia de alguien que encuentra el placer en el caos. A Sam, el apocalipsis le ha devuelto la alegría por un momento, le ha recordado lo que significa vivir. Y termina la película invocando a los monstruos al escuchar Feeling Good, de Nina Simone, encontrando una muerte más feliz que la que hubiera tenido si no hubiera asistido al fin del mundo..
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