Durante los primeros 25 años de mi vida tuve que vivir con la terrible carga de no haber visto jamás las películas de Star Wars (saga creada por George Lucas, 1977-2019). No fue por ningún motivo especial, simplemente no terminaba de generarme el interés necesario para sentarme a ver películas que, cuando era adolescente, me parecían muy antiguas y, siendo sincera, de baja calidad. ¿Quién me iba a decir a mí que iba a estar tan equivocada? Probablemente, todo Twitter. Pero siendo como soy, no le di una oportunidad hasta hace poco, cuando decidí sentarme a verlas todas de un tirón y, por fin, formar una opinión real.
Hoy es 4 de mayo, el día oficial de Star Wars, y para celebrarlo os voy a contar mi experiencia viendo la saga por primera vez con 25 años, con una pandemia de por medio y una necesidad insaciable de analizar todo el contenido que consumo en la tele.
Una nueva esperanza, o cómo no tomarse en serio
Luke, Leia y Han Solo en Una nueva esperanza (1977)
Lo primero que pensé tras terminar Una nueva esperanza (George Lucas, 1977) fue que ya rara vez se ven películas que, triunfando tanto, se tomaran tan poco en serio en su momento. Sentí todo el rato que, aunque estuviese viendo una película ya denominada “de culto”, con suerte llegaba a ser un buen rato lleno de aventuras y poco más. En los primeros 40 minutos apenas pasa nada —cuando no conoces a C-3PO ni a R2D2 resulta bastante aburrido ver pasear a dos robots por el desierto—, hasta que por fin entra Luke Skywalker en escena y, de repente, es todo un no parar. Es divertida, entretenida —la escena del triturador de basura me hizo reír en voz alta— y entrañable. Pero sobre todo, no se toma en serio a sí misma. No pretende presentarnos un mundo indescifrable, no se necesitan manuales para comprender la trama: están los malos, los buenos, y todo lo demás. Y aunque esto se pierde conforme avanzan las trilogías y se llega a un punto en el que sí pretende ser todo esto, la primera trilogía tiene ese aire único y especial de no saber que lo que estaba creando iba a cambiar el mundo.
Darth Vader, o cómo se crea el mito de un villano
Hay un meme rondando por TikTok en el que se pregunta “¿cuál fue el momento en el que supiste qué personaje de Star Wars era tu favorito?” y creo que no sorprendo a nadie cuando digo que el mío fue ver a Darth Vader entrar en la nave, con su espada láser lista, en el final de Rogue One (Gareth Edwards, 2016).
Darth Vader en Rogue One (2016)
¿Alguien puede culparme? Este era el Darth Vader que me esperaba cuando vi Una nueva esperanza, y al que tuve que esperar seis películas para conocer —aunque la escena final de La venganza de los Sith (George Lucas, 2005) se acerca bastante—. Pero creo que no estoy sola cuando digo que Darth Vader en la primera trilogía deja mucho que desear. ¿No se supone que este señor debía asustarme? ¿O por lo menos dejarme claro que debo temerlo? Lo que sentí fue “anda mira, ahí está el de la máscara”. Y la cosa tampoco mejora mucho cuando conoces a Anakin y es un niño pequeño al que le encanta conducir vainas.
Entonces me pregunté, ¿cómo es posible que Darth Vader sea este villano tan temido, famoso y aterrador? Y creo que la respuesta no está tanto en las películas en sí, y más en el mito que se ha creado entre los fans. También ayuda que en la época de las precuelas (2002-2005) se estaba cambiando la manera de construir narrativas: los efectos especiales, la creación de misterio, la sensación de hype… Hasta que todo esto no ocurre en la saga, en el final de la segunda trilogía, no nace el verdadero Darth Vader.
Nacimiento de Darth Vader en La venganza de los Sith (2005)
Para esta trilogía ya sí se tiene la sensación de estar viendo una película “importante”, o que al menos esperaba serlo. ¡Era la precuela que todos estaban esperando! Pero es también aquí cuando, bajo mi punto de vista, se pierde toda la gracia. En cierto modo pierde aquello que las hacía únicas, y se vuelve una película que, mirada de refilón, puede parecer una de superhéroes al uso. Pero esto también hace que, de aquí en adelante, tengamos al Darth Vader que nos merecíamos —o al menos, el que yo me esperaba cuando vi el final de Toy Story 2 (John Lasseter, 2004) y vi al Emperador Zurg decirle a Buzz Lightyear que era su padre—.
Buzz Lightyear y el Emperador Zurg en Toy Story 2 (2004)
Saber parar a tiempo, o cómo la última trilogía me dio igual
En El despertar de la Fuerza (J. J. Abrams, 2015) se introducen a nuevos personajes: Rey, Finn, Poe y Kylo Ren. Lo que podría haber sido una buena historia llena de paralelismos y arcos de transformación satisfactorios, se convierte en una serie de escenas que realmente no buscan más que dejar en shock al espectador y hacerle rememorar con más cariño aún las películas anteriores. Me resulta especialmente frustrante el tratamiento del personaje de Finn —un stormtrooper que decide renegar— ya que su historia tenía todas las papeletas para estar llena de complejidad y profundidad. Sin embargo, echa el freno antes de siquiera echar a volar, dejándonos con ganas de más y a la vez cansados por haber intentado involucrarnos en ella.
Finn y Poe en El despertar de la fuerza (2015)
La última trilogía decepciona, pero al mismo tiempo creo que era inevitable que lo hiciera. Tras casi 40 años desde la primera y otras cinco películas, ¿cómo se crea algo que sorprenda y que complazca a tantísimos fans? Es algo difícil de conseguir, aunque no imposible. Con The Mandalorian (John Favreau, 2019-) se ha hecho un intento más que encomiable de darle “el gusto” a los fans, pero sin sacrificar la historia o a los personajes para ello. Demuestra que todavía hay cosas que contar de este universo y que, si se le pone cariño y se trabaja duro, se puede construir algo que vuelva a enganchar a un público que había dado por perdida las historias de su infancia.
¿Dónde puedes ver estas películas?
Puedes ver todas las películas y series de Star Wars en Disney+.